martes, junio 26, 2007
miércoles, junio 13, 2007
Espíritu del Vestido
"Fue de un modo parecido como, fatigado y exhausto por tan elevadas especulaciones, di por primera vez con la cuestión del Vestido. Ya me parece bastante raro el hecho mismo de que haya Remendones y Remendados. El Caballo que monto tiene su propio pellejo: despójalo de las cinchas y orejeras y extraños arreos con que lo he revestido, y el noble bruto será su propio costurero, tejedor e hilador, más aún, su propio zapatero, joyero y sombrerero; corre libre por los valles con el cuerpo cubierto por un perenne traje impermeable de gala en el que la calidez y la comodidad han alcanzado la perfección; más todavía, también se ha tenido en cuenta la gracia y no faltan flecos ni pasamanerías de alegres y variados colores, hábilmente colgados en su lugar. Mientras que yo -¡el Cielo me asista! - me cubro con la zalea muerta de una oveja, con cortezas de vegetales, con entrañas de gusanos, con pellejos de buey o foca y el fieltro de bestias peludas; y voy por ahí convertido en un montón de harapos ambulante, cubierto de jirones y andrajos rebuscados en el pudridero de la Naturaleza, donde se habrían descompuesto, ¡sólo para que se descompongan más lentamente sobre mí! Día tras día, me veo obligado a cubrirme de nuevo; día tras día, mi miserable cubierta se adelgaza tras perder alguna de sus capas; rasgada por el uso y los tirones, debo cepillarla junto al cubo de las cenizas, junto al estercolero, hasta que gradualmente acaba toda allí y yo, el fabricante de polvo, el amolador de harapos, busco nuevo material que convertir en polvo. ¡Oh, bruto innoble! ¡Vil y más que vil! ¿Acaso no tengo yo también una piel compacta y completa, por pálida o sucia que sea? ¿Qué soy: una masa chapucera de harapos zurcidos por sastres y remendones o una pequeña Figura homogénea, bien articulada, automática y, lo que es más, viva?
Es extraño cómo los seres humanos cierran los ojos ante los hechos más palmarios, y por la mera inercia del Olvido y la Estupidez viven felices rodeados de Terrores y Portentos. Pero sin duda el hombre es, y ha sido siempre, un zote y un obtuso, más dispuesto a palpar ya digerir que a pensar y a considerar. Los prejuicios, que tanto dice odiar, son su legislador más absoluto; el simple uso y la costumbre le llevan siempre del dogal: basta con que un amanecer, una Creación del Mundo, ocurran dos veces para que dejen de ser maravillosos y dignos de mención o incluso visibles. Quizá ni una vez en la vida se le ocurra a vuestro vulgar bípedo, de cualquier país o generación, ya sea un Príncipe de áureo manto o un Campesino de bermeja zamarra, que su Vestido y su Ser no son uno e indivisible; que está desnudo, sin vestido, hasta que robe o compre uno y, por previsión, lo cosa y abroche.
Por mi parte, estas consideraciones sobre nuestra cubierta de ropa, y sobre cómo se cuela incluso en el centro de nuestro corazón privándonos de moral, me llenan de cierto horror por mí mismo y por la humanidad; casi como el que siente uno por esas vacas holandesas que, durante la estación húmeda, se ven pastando plácidamente con chaquetas y enaguas (de tela de saco rayada), en los prados de Gouda. Hay algo grande, no obstante, en el momento en que el hombre se despoja por primera vez de sus envolturas adventicias y se da cuenta de que está desnudo y de que es, como dice Swift, “un animal bifurcado, patizambo y esparrancado”, y sin embargo, también un Espíritu y un indecible Misterio de Misterios”.
Thomas Carlyle
Sartor Resartus
Vida y Opiniones de Herr Teufelsdröckh en tres libros
(trad. de Miguel Temprano García)
Alba Editorial
(Foto: la Familia Carmichael unos días antes de acariciar a todos los gatos)
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