lunes, junio 02, 2008

Las arañas de Azorín



“Las sociedades animales son tan interesantes como las sociedades humanas. Los sociólogos las estudian con gran cuidado. Las hormigas y las abejas se agrupan en urbes, regimentadas sabiamente; son metódicas unas y otras, son laboriosas, son sagaces, son perseverantes, son humildes, son industriosas. Las arañas, en cambio, no se agrupan en sociedad jerarquizada; son más fuertes. Los naturalistas se plañen por su insociabilidad, excepto arácnidos como los opiliones. Y no hay animal más difundido sobre el planeta.
Viven bajo las aguas, como la argironeta o arañabuzo; corren sobre la superficie de los lagos, como el dolomelo orlado; fabrican su morada sobre las piedras, como la segestria; se agazapan en un pozo guateado de blanca seda, como la teniza minera, se columpian en aéreas redes, como la tejenaria, corren, nadan, saltan, vuelan, minan, trepan, tejen, patinan. Y en su insociabilidad hosca tienen como mira capital, como sentido esenciadísimo, el amor a la raza. El amor a la raza está en las arañas sobrepuesto a todo interés peculiarísimo. La raza ha de ser fuerte, recia, audaz, incontrastable. La hembra, a este fin, devora despiadadamente al macho débil que se le acerca a cortejarla. Y de este modo sólo los machos fuertes triunfan y legan a las nuevas generaciones su audacia y fortaleza.
¿Es un animal nietzcheano la araña? Yo creo que sí. Y entre todas las arañas hay un orden que más que ningín otro profesa en el reino animal esta novísima filosofía que ahora nos obsesiona a los hombres. Tres de estos araneidos – Ron, King y Pic – ha estudiado Azorín pacientemente. A continuación doy, en forma amena, algunas de sus observaciones. Excúseme el lector si las encuentra deficientes, y vea sólo en estas líneas un modesto intento de contribuir al estudio de la sociología comparada.

[…] La mosca está inmóvil; Ron no se mueve tampoco. Transcurren treinta segundos, solemnes, angustiosos, trágicos. La mosca hace un ligero movimiento. Ron salta de pronto sobre ella y la coge por la cabeza. Esta pobre mosca se mueve violentamente, patalea estremecida de terror. No, no se marchará; Ron la tiene bien cogida. “Las moscas –debe de pensar él, que, como hombre de grueso abdomen, será conservador, y como conservador, creerá en las causas finales-; las moscas se han hecho para los saltadores; yo soy saltador, luego esta mosca ha nacido y se ha criado para que yo me la coma.”
Y se la come, en efecto; pero como es un saltador afectuoso, le da de cuando en cuando golpecitos con los palpos sobre la espalda, como queriendo convencerla de su teología. Azorín no sabe si la mosca quedará convencida; ello es que sus patas han dejado de moverse y que Ron se la lleva a un ángulo, donde permanece quieto con ella un gran rato.
Después de comer, Ron se pasa los palpos por la cara, como limpiándosela, con el mismo gesto que los gatos; a veces se lleva también su pata izquierda a la boca, como si se estuviese hurgando los dientes. Una mosca cogida por Ron tarda en morir poco más de un minuto. En la succión del tórax emplea Ron veintiocho, treinta, treinta y tres minutos; en la del abdomen, uno o dos. Cuando el hambre no aprieta, suele desdeñar el abdomen; esto es plausible. […]

[…] Cuando se despierta vuelve a sus paseos. El suelo está sembrado de cadáveres. Al principio, Ron veía uno de estos cadáveres y los creía cuerpos vivos; esto era una desagradable sorpresa. Azorín ha observado que en una ocasión, para evitar decepciones, Ron se ha aproximado con discreción a un cadáver y ha alargado una pata y lo ha tocado ligeramente para averiguar si estaba muerto o vivo. […]

[…] King ha probado a correr por el cristal y no podía. Luego se ha comido dos moscas y se deslizaba por él perfectamente. Sin duda, este saltador hacía tiempo que no encontraba moscas en su camino y estaba, por consiguiente, bastante débil.
King tarda en matar una mosca un minuto y cuarenta cinco segundos. En sorber el tórax emplea treinta y cinco minutos; desdeña el abdomen. King, como todas las arañas, ama la noche. Aplacado su apetito, mira indiferente a las moscas que corren por la caja; pero a la mañana siguiente, todas, sean las que fueren, aparecerán muertas.[…]

[…] Porque Pic será pequeño, pero tiene arrestos. Una mosca yace patas arriba en medio de la caja; Pic se acerca, creyéndola, sin duda, muerta; la mosca suelta una patada; Pic se queda atónito. Después se vuelve a acercar y la torna a tocar en el ala; la mosca rebulle y se pone en pie. He aquí un terrible compromiso; pero Pic no se arredra. Al contrario, salta sobre ella, tratando de cogerla; la mosca, como es natural, se esquiva. Al fin, Pic la coge por la cabeza, y entonces, como Pic es pequeñito y la mosca tiene mucha fuerza, arrastra la mosca a Pic y lo lleva un momento revoloteando por el aire. Pero Pic no la suelta y logra afianzarla en un rincón, donde la mosca permanece cuatro minutos pataleando, y al cabo sucumbe.

VI

Azorín, cansado de los arácnidos y de las plantas se ha venido a Monóvar.”

José Martínez Ruiz, Azorín
Antonio Azorín (1903)
Ed. Orbis, 1982.