martes, enero 30, 2007

Los Sres. de Narval abandonan su casita en el campo para probar suerte en la ciudad


Rául Narval y su esposa llegaron a la ciudad huyendo de Los Hombres Desnudos. Esperaban encontrar en el tráfago de la metrópoli, en su vivificante anonimato, reposo a sus modernos afanes, descanso para sus almitas atribuladas.

Al primer Desnudo se lo encontró la Sra. Narval una tarde al volver de clase del Sr. Trapatroles, afamado discípulo del logopeda alemán (loco).
De pie, en el ángulo oscuro del salón, sin apenas apoyarse en la pared, el rostro de perfil y los brazos en jarras. La rodilla derecha levemente flexionada, el sexo pendulón y la piel blanca como calostro, nieve o papel Fedrigoni Tintoretto Crystal Salt (brillo).
La Sra. Narval corrió llena de espanto en busca de su esposo. Cruzó su ubérrima huerta por el mismo centro, sin acordarse de acelgas, berenjenas, berros, boniatos, colinabos, chirivías, puerros, rábanos, rabanitos ni remolachas. Lo encontró donde esperaba: en casa de la familia Carmichael, despiojando mandriles para venderlos al peso a ecologistas cariacontecidos. Su marido dejó al momento el mono que tenía entre manos y se dirigió a su casa con ánimo de enfrentarse a cualquier cosa, por desabrigada que fuera. Cuando llegaron, aquel primer Desnudo había desaparecido. Sus pies habían dejado una leve marca de sudor en el suelo.
- Huele raro – dijo el Sr. Narval -. ¿Almizcle?
- Yo diría más bien compota de manzana.

Luego fueron apareciendo más. Siempre solos, nunca el mismo. Uno calvo y bajito en una mecedora, una mujer de pelo gris apoyada en la lavadora, un niño con cara de foca monje bajo el tendedero, otro muy flaquito en la funda del contrabajo.
También sus vecinos decían habérselos encontrado en los lugares más insospechados. Alguno había reaccionado con violencia, y por el pueblo corría el rumor de que Zebulón McKeihan le había dado una paliza de muerte a un Desnudo intempestivo con cara de muñidor intrigante y cintura praxiteliana.
Muchos lo intentaron, pero nadie logró hablar con ellos. Vinieron de la ciudad expertos investigadores en mistificación, mas no lograron verlos ni oliscar almizcle o compota de manzana.

- Amigo Carmichael, vengo a anunciarte que mi señora y yo hemos decidido probar suerte en la ciudad. La verdad es que ella siempre quiso ver las luces francesas, y ambos estamos más que hartos de encontrarnos Desnudos y de que la casa huela a almizcle o a compota de manzana, según el día o el capricho del viento. Tengo un pariente, Nino Gomera, que trabaja en el Palacio Francés. Ha contestado a mi llamada con júbilo parenteral e incluso me atrevería a decir que intravenoso. Subcutáneo quizá sería aventurado, pero todo se andará.
- ¡Ah, el Palacio Francés! Se dicen cosas.
- También dijimos hasta hartarnos de aquel buhonero entrañable con pinta de gilipollas y luego resultó ser un famoso presentador de televisión por cable en viaje de placer, de incógnito y de gran flexibilidad horaria.
- Ya.
- Sí.
- Bueno, amiguito, confío en que vuestra decisión sea acertada. Le dire a Ma Carmichael que os prepare algo de carne de caballo con condimento de frutillas para el viaje.
- Nos vendrá de perlas, a qué negarlo.
- Os daremos toda la que podáis transportar, y si durante el camino la carga se os hiciera muy pesada, podéis entonar cánticos a Sant Antoine de Puyseguin, nuestro amado patrón, mientras unas cuantas moscas beben de vuestras lágrimas devotas.

jueves, enero 25, 2007

ABEJAS


DE CÓMO UN ENJAMBRE DE ABEJAS SE POSA EN LA BOCA DEL NIÑO SAN ISIDORO (639 d.C.).
Era Isidoro aún muy pequeño, cuando lo dejaron durmiendo en el jardín. Un enjambre de abejas fue a posarse sobre el niño y algunas de ellas entraron en su boca. Allí depositaron su miel, presagio de que de esos labios brotaría una dulce elocuencia, semejante a la miel que se escurre por los panales donde la recogen las abejas, que acabaron convirtiéndose en atributo o símbolo de San Isidoro.– Acta Sanctorum, Bolandistas, 4 de abril.

Eça de Queiroz
Diccionario de Milagros
(trad. de Mario Merlino)
Mondadori

domingo, enero 21, 2007

La gente terrible


La gente terrible estuvo ayer por la tarde en tu casa. Corrían semidesnudos por los pasillos. Querían que lo pasaras bien: mordisquear, herir, picar, arañar, masticar, tarascar, desgarrar, partir, hender, escarbar, raspar, sajar, pinchar, tronchar, despedazar, morder, cortar, averiar, marcar, señalar, rasguñar, rayar, rasgar, romper; hacerte daño.
No estabas. Se fueron. Supongo que volverán uno de estos días por tu carne de caballo.

domingo, enero 14, 2007

Ajedrez comprometido


“Está enteramente de acuerdo con el espíritu del totalitarismo la condenación de toda actividad humana realizada por puro placer y sin ulterior propósito. La ciencia por el placer de la ciencia, el gusto del arte por el arte, son igualmente aborrecibles para los nazis, nuestros intelectuales socialistas y los comunistas. Toda actividad debe extraer de un propósito social consciente su justificación. No debe existir actividad espontánea, sin guía, porque pudiera producir resultados imprevisibles sobre los cuales el plan no se ha manifestado. Podría producir algo nuevo, no imaginado por la filosofía del planificador. El principio se extiende incluso a los juegos y diversiones. Dejo al lector que adivine si fue en Alemania o en Rusia donde se exhortó oficialmente a los jugadores de ajedrez así: "Tenemos que acabar de una vez y para siempre con la neutralidad del ajedrez. Tenemos que condenar de una vez y para siempre la fórmula de “el ajedrez por el placer del ajedrez”, como la fórmula de “el arte por el placer del arte”

Friedrich A. Hayek
Camino de servidumbre (1944)
(trad. de José Vergara)
Alianza Editorial

martes, enero 09, 2007

Parafina Alimentaria



Nadie en el Partido había oído hablar jamás de Parafina Alimentaria excepto su eximio Presidente, y ahora, ante el inminente reencuentro con Pintillo Pilono, Molibdeno evocaba con algo de pesadumbre hepática aquellos tiempos de sombreros Stetson, columnas salomónicas, pistolas de agua y asesinos.

Recordaba con la minuciosidad flamenca de un Van Eyck la estampa Alimentaria: los ojos grandes y oscuros (dos), la nariz cleopátrica (una, con dos agujeros), las mejillas siempre levemente arreboladas, la cabellera negra, larga, lisa; y, del cuello hasta los pies, todo lo habitual en una mujer de su tiempo (doble lo que ha de serlo por naturaleza y único lo sin par), aunque dispuesto de manera singularmente excelsa, lo cual la convertía en diana irresistible para las grandes palabras y los afectos desmesurados.
Le acompañaba, además, la fama de discreta, el misterio familiar y una amiga de chola cucurbitácea hija de un alférez de fragata.

Tras el primer encuentro esquinero, fugaz, Molibdeno habló a Pintillo (camarada, amigo, y compañero de estudios y francachelas) de la sin par Parafina:

- ¡Uf! ¡Af! ¡Ef! ¡Naga, naga!
- ¡Ahá! ¡ ¡Conque esas tenemos, amigo Molar!
- Sí, mi buen Pilono. El novamás, el acabóse, la guinda tártara, el filamento dorado, la bomba de Chanquete. El ñáñigo, ñáñigo, ñáñigo, ñaf.

Aquel día, sin saber, la armoniosa unión viril entre Pintillo y Molibdeno comenzó a resquebrajarse. Vinieron tiempos de lucha, de mistificación morbosa, y ambos fueron arrastrados por la vorágine Alimentaria hasta convertir su amistad en un despojo. Su carne de caballo: fértil pradera para la triquinosis.

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Mabuse no podía dormir. Sabía cuánto necesitaba estar despierto para afrontar con fuerza y claridad de ideas el Gran Rescate Manubrio de Francés, pero la sensación de que había algún cabo suelto en todo aquello no le abandonaba.
No le inquietaba la inesperada presencia de Pilono en la partida de rescate ni los extraños rumores que corrían acerca de la Bestia Mulé y la familia del marmolista; era otra cosa, algo vago, vagaroso, turbio entre la vagarina de su duermevela.

Ni el recuerdo de amistosas muchachas nubias ni la práctica de la epanadiplosis lograron serenarlo. Sólo cuando sus dedos alcanzaron bajo la almohada el lomo raído de su copia autografíada de "Die Stupïd Gramatikanen" del logopeda alemán (loco) con anotaciones manuscritas de San Serenín del Monte San Serenín Cortés Yo Como Soy Cristiana Yo Me Arrodillaré, pudo al fin conciliar el sueño.
Se introdujo el pulgar en la boca, apoyó la orejita derecha sobre el libro y, con la mano entre las piernas, gozando del suave calorcillo inguinal que da la vida, se entregó a Morfeo.
Marte velaría su sueño y, recién de día: de nuevo a la batalla contra lo torcido.