jueves, diciembre 14, 2006

Digas tú, Molibdeno



Muy graciosa es la doncella,
¡cómo es bella y hermosa!

Digas tú, el marinero
que en las naves vivías,
si la nave o la vela o la estrella,
es tan bella.

Digas tú, el caballero
que las armas vestías,
si el caballo, o las armas, o la guerra,
es tan bella.

Digas tú , el pastorcico
qu el ganadico guardas,
si el ganado, o los valles, o la sierra,
es tan bella

Gil Vicente
(1465-1536)

14 de diciembre. Santo del día. San Juan de la Cruz.




Otras canciones a lo divino, del mismo autor, de Cristo y el alma

Un pastorcico, solo, está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.


No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido;
mas llora por pensar que está olvidado.


Que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.


Y dice el pastorcico: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho por su amor muy lastimado!


Y a cabo de un gran rato, se ha
[encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado.

domingo, diciembre 10, 2006

Minestrone (y Molibdeno, tras meditar un rato, lo aprueba) propone pedir ayuda a Pintillo Pilono



- Traigo los Papeles Negros, sí, pero Manubrio sigue en el Palacio Francés. Quizá se acerque su hora mala.
- Entrégaselos a Jayumi Fonollosa para que empiece sin perder un minuto a desentrañar sus secretos. En ellos está la clave para desterrar de este mundo los delirios torcidos de las huestes de Palacio. En cuanto al bueno de Manubrio, inmediatamente pondremos en marcha un plan de rescate. Tendremos que ser cautelosos, el peligro es grande, pero jamás dejaremos a uno de los nuestros pudrirse en ese piélago de moscas y alas de insecto. No sería una conducta Molar.

Minestrone, con la marca en los bigotes del Cola-Cao calentito que tan amablemente le había preparado la gentil Gamma Glo, confió a su amado Presidente la idea que le rondaba desde que dejó atrás a la Bestia Mulé:

- He estado dándole vueltas, y quizá con las fuerzas de las que disponemos (Lón, el Senador Dor, Mabuse y quizá alguna ayuda suplementaria) no sea suficiente para un asalto a Palacio.
- Lo sé, también yo lo he pensado, pero no tenemos tiempo para esperar al Jovencito Emponzoñado de Alcohol, a Similar Oficina o a Epaminondas de Gólgota. Todos están fuera. Aprendiendo y enseñando. En misión Molar.
- Estaba pensando en otra persona (o lo que sea), pero sólo tú, amado Presidente, nuestro buen Molibdeno, sabes hasta qué punto es posible. Y si realmente sería tan peligroso como siempre se ha dicho.
- Ah, ya veo por dónde vas, Minestrone, nuestro ardiente guerrero de intachable conducta fundada en la verdad y en la justicia. Diría que estás pensando en solicitar ayuda a Pintillo Pilono.
- Sé las cosas que de él se cuentan, y quizá sea una temeridad suponer que pueda luchar a nuestro lado, pero también sé que si alguien puede hacer de Pintillo nuestro aliado, ése es usted. Si es verdad lo que dicen, y si me permite recordárselo sin causarle enojo, hubo un tiempo en que fueron amigos. Y no de tertulia de café de achicoria, sino más bien de piscolabis a media tarde y tartas con velitas.
- Dejemos eso ahora. Meditaré mientras me depilo el cigomático. En cuanto decida algo, sea lo que sea, os informaré. Ve ahora con tus compañeros y descansa lo que puedas. Esto no ha hecho más que empezar.

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Se envió un propio con recado a nombre de Pintillo Pilono. Luego otro porque el primero fue devorado. Por fin un tercero, que tuvo la suerte de conservar el cráneo y las dos piernas, trajo en la boca la respuesta.
Molibdeno, Minestrone y todos los demás quedaron perplejos. La respuesta no admitía dudas: Pintillo Pilono estaba de su lado y dispuesto a entregarse al combate contra la mórbida molicie palaciega. Quizá demasiado dispuesto.
Con la inquietante sensación de que aquel aliado podría convertirse en cualquier momento en una tormenta imprevisible y mortal, acabaron de leer su breve nota:

“…Por lo demás, tratándose de un hombre como Manubrio, prestar ayuda, con los medios de que disponga y pueda, será la más hermosa de las empresas.

lunes, diciembre 04, 2006

El cadáver de un marmolista



Minestrone podía sentir tras él la locura Mulé; le oía aullar, pero no miró ni una vez el espejo retrovisor. Pronto llegaría a campo abierto, y confiaba en burlar a su perseguidor tomando alguna pista de tierra o internándose (peligroso, ¿eh?) en las propiedades de Pintillo Pilono.
Hizo girar rápidamente el volante; doblaba un cruce. Las ruedas de un lado se levantaron y, al cabo de un segundo interminable, volvieron al suelo con un ruido sordo. No aminoró: el pie pegado al acelerador, bombeando adrenalina al motor de su destino; si un poco cansadito, gloriosamente arriesgado. En órbita.

La estela multicolor de Minestrone a toda leña fue la última visión del marmolista. Cruzaba la calle en dirección al centro. Iba la mar de contento a hacer el primer presupuesto del día cuando el Tyrrell P 34 lo hizo pedazos. La Bestia quedó inconsciente sobre el volante, como un muñeco sin afeitar. Un hilillo de sangre cruzaba su ojo derecho, goteaba sobre su rodilla desnuda e iba formando un charquito pegajoso en la alfombrilla del coche.

El cadáver del marmolista estaba rodeado de transeúntes mudos, indecisos y (no todos) medio gilipollas. Casi al mismo tiempo que los sanitarios rubicundos en pantalón corto aparecieron los hermanos del difunto: el Registrador de la Propiedad, el Desdentado Mórbido y el Otro. Los presentes prudentes (los insensatos, a lo suyo) al punto comprendieron que el problema más pequeño de la Bestia en el futuro sería sanar de sus heridas.

Casi instintivamente, Minestrone miró al fin por el retrovisor. No alcanzó a comprender lo que había pasado, pero supo que los Papeles Negros, al menos de momento, estaban a salvo. Levantó el pie del acelerador, se frotó el muslo derecho con la palma abierta y dirigió su poderosa máquina a la sede del Partido Molar. El camino entero dándole vueltas al rescate de Manubrio.
- ¡Palacio Francés, refugio de los torcidos, ahora nos veremos las caras!

sábado, diciembre 02, 2006

Bendita Indiferencia


Leo con admiración, querido Emperador, la fabulosa Epístola Molar a Molibdeno. Me recuerda, entre otras cosas, esto. Por eso lo transcribo.

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Genealogía del fanatismo

“En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo, pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado… Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas.
Idólatras por instinto, convertimos en incondicionados los objetos de nuestros sueños y de nuestros intereses. […]
No hay intolerancia, intransigencia ideológica o proselitismo que no revelen el fondo bestial del entusiasmo. Que pierda el hombre su facultad de indiferencia: se convierte en asesino virtual; que transforme su idea en dios: las consecuencias son incalculables. No se mata más que en nombre de un dios o de sus sucedáneos: los excesos suscitados por la diosa Razón, por la idea de nación, de clase o de raza son parientes de los de la Inquisición o la Reforma. […]
El diablo palidece junto a quien dispone de una verdad, de su verdad. Somos injustos con los Nerones o con los Tiberios: ellos no inventaron el concepto de herético: no fueron sino soñadores degenerados que se divertían con las matanzas. Los verdaderos criminales son los que establecen una ortodoxia sobre el plano religioso o político, los que distinguen entre el fiel y el cismático.
En cuanto rehusamos admitir el carácter intercambiable de las ideas, la sangre corre… Bajo las resoluciones firmes se yergue un puñal; los ojos llameantes presagian el crimen. Jamás el espíritu dubitativo, aquejado del hamletismo, fue pernicioso: el principio del mal reside en la tensión de la voluntad, en la ineptitud para el quietismo, en la megalomanía prometeica de una raza que revienta de ideal, que estalla bajo sus convicciones y la cual, por haberse complacido en despreciar la duda y la pereza – vicios más nobles que todas sus virtudes -, se ha internado en una vía de perdición, en la historia, en esa mezcla indecente de banalidad y apocalipsis… Las certezas abundan en ella: suprimidlas y suprimiréis sobre todo sus consecuencias: reconstituiréis el paraíso. ¿Qué es la Caída sino la búsqueda de una verdad y la certeza de haberla encontrado, la pasión por un dogma, el establecimiento de un dogma? De ello resulta el fanatismo – tara capital que da al hombre el gusto por la eficacia, por la profecía y el terror -, lepra lírica que contamina las almas, las somete, las tritura o las exalta… No escapan más que los escépticos (o los perezosos y los estetas), porque no proponen nada, porque – verdaderos bienhechores de la humanidad – destruyen los prejuicios y analizan el delirio. […]
Todos se esfuerzan por remediar la vida de todos: aspiran a ello hasta los mendigos, incluso los incurables; las aceras del mundo y los hospitales rebosan de reformadores. El ansia de llegar a ser fuente de sucesos actúa sobre cada uno como un desorden mental o una maldición elegida. La sociedad es un infierno de salvadores. Lo que buscaba Diógenes con su linterna era un indiferente
Me basta escuchar a alguien hablar sinceramente de ideal, de porvenir, de filosofía, escucharle decir “nosotros” con una inflexión de seguridad, invocar a los “otros” y sentirse su intérprete para que le considere mi enemigo. Veo en él un tirano fallido, casi un verdugo, tan odioso como los tiranos y los verdugos de gran clase. Es que toda fe ejerce una forma de terror, tanto más temible cuanto que los “puros” son sus agentes. Se sospecha de los ladinos, de los bribones, de los tramposos; sin embargo, no sabríamos imputarles ninguna de las grandes convulsiones de la historia; no creyendo en nada, no hurgan en vuestros corazones, ni en vuestros pensamientos más íntimos; os abandonan a vuestra molicie, a vuestra desesperación o a vuestra inutilidad; la humanidad les debe los pocos momentos de prosperidad que ha conocido; son ellos los que salvan a los pueblos que los fanáticos torturan y los “idealistas” arruinan. Sin doctrinas, no tienen más que caprichos e intereses, vicios acomodaticios, mil veces más soportables que el despotismo de los principios; porque todos los males de la vida vienen de una “concepción de la vida”. Un hombre político cumplido debería profundizar en los sofistas antiguos y tomar lecciones de canto; y de corrupción…
El fanático es incorruptible: si mata por una idea, puede igualmente hacerse matar por ella; en los dos casos, tirano o mártir, es un monstruo. No hay seres más peligrosos que los que han sufrido por una creencia: los grandes perseguidores se reclutan entre los mártires a los que no se ha cortado la cabeza. Lejos de disminuir el apetito de poder, el sufrimiento lo exaspera; por eso el espíritu se siente más a gusto en la sociedad de un fanfarrón que en la de un mártir; y nada le repugna tanto como ese espectáculo donde se muere por una idea…[…]”


E. M. Cioran
Adiós a la filosofía y otros textos
(trad. de Fernando Savater)
Alianza Editorial, 1980.

miércoles, noviembre 29, 2006

Minestrone a todo gas


Minestrone tardó unos segundos en reaccionar. Todavía sobresaltado, con el corazón latiéndole con fuerza en el pechito, se asomó al interior de su coche por la ventanilla del asiento trasero. Entre cristales, una gruesa carpeta forrada de fotos de la que asomaba una hoja con unas cuantas palabras escritas en tinta roja. Alargó el brazo hasta alcanzarla con el presentimiento de que un trueno negro amenazaba su atribulada misión. Al momento comprendió que el Vigésimo Noveno Plan Molar quizá se había cobrado ya su primera víctima.

YA ESTÁN AQUÍ. PUEDO OIR CÓMO SE ACERCAN.
QUIZÁ HA LLEGADO PARA MÍ LA HORA MALA.
Manubrio.

Apenas hubo acabado de leer las que bien pudieran ser las últimas palabras de D. Ludibrio antes de entregarse a su destino, cuando todo el callejón se iluminó y oyó a su espalda el estruendo de un motor que arrancaba, el aullido de un cazador sediento de sangre y un fragmento de la Banda Sonora Original de Banner y Flappy a un volumen que perforaba los tímpanos a pares.
La sangre se le heló en las venas, el vello de la cerviz se le erizó, sintió ganas de llorar abrazado a una estatua de mármol, pero, siempre intrépido y nunca pusilánime, Minestrone se puso de un salto al volante de su bólido para emprender la huida.

El Tyrrell P 34 de la Bestia Mulé le pisaba los talones y sabía bien que no sería fácil darle esquinazo, pero a la vez sentía en su interior, bufando sangre, la luz de su estirpe, y cómo era su lugar la batalla y no el andar ocupado en melodías bailables de una flauta al arrullo de los silbos nemorosos.
Y junto a esa furia ingénita crecía también la rabia de saber que cuando emprendiera el rescate de Manubrio (y vive Dios que lo haría) quizá ya fuera demasiado tarde.

lunes, noviembre 27, 2006

Friné, la Gamma de Praxi y algo que pasa volando entre el lóbulo izquierdo y el hombro de Minestrone


Friné fue acusada de impiedad por los heliastas y condenada a muerte. En el juicio, Praxíteles, a quien había servido de modelo, la desnudó ante el tribunal para demostrar que sólo una belleza tan tremebunda podía representar a la divinidad.
Fue absuelta en consideración a su belleza.
Praxíteles, como Manubrio, tuvo su particular Gamma Glo.

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Minestrone empieza a perder la paciencia. Sale del coche, levanta la vista hacia los balcones del Palacio Francés. Enciende un Chester Light. Se atusa el vello del antebrazo y le echa un vistazo a sus calcamonías.

CORO DE HELIASTAS GENUFLEXOS:

- ¡Alerta, Minestrone, tú que te has criado en extraviados antros entre huracanes paternos, que corres por escarpadas colinas codo a codo con las yeguas, cuida tu sesera! No tomes el camino de Palacio. Aguarda con paciencia una señal. El cielo trae la respuesta.

Algo del tamaño de una caja de polvorones que tenga las dimensiones adecuadas para que la comparación sea pertinente pasa rozando su lóbulo izquierdo y atraviesa con estrépito la ventanilla del coche. Minestrone, estupefacto, piensa en una mujer nubia de pelo largo que amamanta a un bebé mientras nota como se le agarrota el dedo meñique del pie derecho.

jueves, noviembre 16, 2006

La falsa moneda


Cruzó los brazos
pa no tocarla.
Cerró los ojos
pa no llorar.
Temió ser débil
y perdonarla,
y abrió la puerta
de par en par.

Vete, mujer mala.
Vete de mi vera.
Rueda lo mismito
que la maldición.
Que Undivé permita
que el gaché que quieras,
pague tus quereres,
tus quereres pague
con mala traición.

Gitana, que tú serás
como la falsa monea,
que de mano en mano va,
y ninguno se la quea
Que de mano en mano va,
y ninguno se la quea.

Besó los negros
zarcillos finos
que ella dejara
cuando se fue,
y aquellas trenzas
de pelo endrino,
que, en otros tiempos,
cortó pa él.

Cuando se marchaba
no intentó mirarla,
ni lanzó un quejío,
ni le dijo adiós.
Entornó la puerta,
y, pa no llamarla,
se clavó las uñas,
se clavó las uñas
en el corazón.

Gitana, que tú serás
como la falsa monea,
que de mano en mano va,
y ninguno se la quea
Que de mano en mano va,
y ninguno se la quea.

jueves, noviembre 09, 2006

Minestrone al ralentí


NARRADOR (LOCO):
En el callejón de los Protervos Mormones Modernos, junto a la salida de artistas del Palacio Francés, un coche muy bonito con el motor al ralentí. Sentado al volante, mientras espera la aparición inminente de Don Manubrio, Minestrone relee su preciada "Die Stupïd Gramatikanen" firmada por el mismísimo logopeda alemán (loco). Es lo único que recibió en herencia de su tío abuelo (loco) Troquelillo Pastenaga - el gran mistificador- , y ha sido su luz y su guía desde el mismo momento en que Dios quiso (¡aciaga noche copernicana!) llevarse a Troquelillo con él y poner el libro en sus manos.

CORO DE FILÓSOFOS NEGROS:
- ¡Corre, Manubrio, corre!
¡Apresúrate!
Evita el peligro del camino.
Empieza a pudrirse la carne de caballo en nuestras despensas.
Se va haciendo la hora mala.

lunes, noviembre 06, 2006

En el despacho de la Bestia


Don Manubrio registraba sin ruido, a la luz de su pequeña linterna, el despacho de la Bestia Mulé. A un paso, el objetivo de su misión: los Papeles Negros de los Trenzano.
Los arrojados investigadores del Partido (Minestrone, Lón, Mabuse) aseguraban que entre esos legajos dormían los arcanos de La Gran Orden del Palacio Francés; así, la esperanza de hallar la forma de desbaratar su sórdido andamiaje de sicalipsis y verbena, daba fuerzas a nuestro héroe para adentrarse en la mismísima boca del lobo feroz y arriesgar su alma y su cuerpecito en fárfara en tan aventurada cuita.
Un pasito tras otro en la alfombra -de tan muelle: hierba cencida- hasta que alcanzó el secreter de la Bestia. Abrió sus cajones. Sigiloso, como un ratón, una serpiente o un grandísimo hijo de puta, hurgó, rebuscó, escudriñó y al fin dio, el alma en vilo, con lo que estaba buscando. Dentro de una carpeta forrada con fotos de David Hasselhof y Alberto Fujimori, un centenar de folios negros garrapateados con tinta blanca.
La sonrisa del triunfo Molar y, en la urgencia de la huida, la visión fugaz, sobre la chimenea, de una vieja tela de Judit y Holofernes en un marco dorado.

Judit y Holofernes



Judit 13, 1 – 10

“Cuando ya se hizo tarde, los siervos de Holofernes se salieron aprisa, y Bagoas cerró por fuera la tienda e hizo a todos retirarse de la presencia de su señor, y se fueron a sus lechos, pues estaban rendidos, porque el banquete había sido largo. Quedó Judit sola en la tienda, y Holofernes tendido sobre su lecho, todo él bañado en vino. Dijo Judit a su sierva que se quedase fuera de la alcoba y aguardara su salida como en los días pasados, añadíendole que saldría a su oración. Lo mismo había dicho a Bagoas. Habíanse ido ya todos, sin quedar nadie, ni pequeño ni grande, en la estancia. Puesta entonces en pie junto al lecho de Holofernes, dijo en su corazón: “Señor, Dios Todopoderoso: Mira en esta hora la obra de mis manos para exaltación de Jerusalén, pues ésta es la ocasión de acoger tu heredad y de ejecutar mis proyectos, para ruina de los enemigos que están sobre nosotros”. Y acercándose a la columna del lecho que estaba a la cabeza de Holofernes, descolgó de ella su alfanje; llegándose al lecho, le agarró por los cabellos de su cabeza al tiempo que decía: “Dame fuerzas, Dios de Israel, en esta hora”. Y con toda su fuerza le hirió dos veces en el cuello, cortándole la cabeza. Envolvió el cuerpo en las ropas del lecho, quitó de las columnas el dosel y, tomándolo, salió en seguida, entregando a la sierva la cabeza de Holofernes, que ésta echó en la alforja de las provisiones, y ambas salieron juntas como de costumbre”.

Libro de Judit
Antiguo Testamento
Versión de Eloino Nacar Fuster y Alberto Colunga Cueto
B.A.C.

lunes, octubre 30, 2006

Vigésimo Noveno Plan Molar



Don Manubrio Ludibrio del Bodrio avizoraba la claraboya de alucinada geometría. En una mano, la escarapela del Partido Molar; en la otra, cálido y piloso, el testículo derecho. Esperaba así, arrecido por el frío, la señal convenida para llevar adelante su parte del Vigésimo Noveno Plan Molar . Y sabía lo mucho que esperaban de él los miembros del Consejo; especialmente la hermosa Gamma Glo. Vio brillar a través del cristal los dos chispazos azul eléctrico y supo que había llegado su momento: liberó su escroto, guardó en un bolsillo la escarapela y subió a saltos, de dos en dos, luego de tres en tres, los setenta y siete escalones que le separaban de la azotea del Palacio Francés.
Apoyó su pierna izquierda sobre el murete de piedra y atisbó la línea del horizonte. A lo lejos columbraba el cerro de Santa Águeda; más allá, ya no tan lejos de de la ciudad dormida: la presencia de lo innombrable, la vecindad del miedo, el sordo fragor de un ejército: un mar de alas de mosca y élitros de ortóptero.
Mientras preparaba lo necesario para descolgarse hasta la ventana del despacho de la Bestia Mulé, se entregó al libre vuelo del pensamiento creador. Apenas le dio tiempo a componer los primeros versos de una elegía en tercetos que evocaba con serena aflicción el mudo arrebato de autodestrucción en el que calladamente se había sumido Europa.

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A la hora convenida, el noble Manubrio se apresta a retorcerle el cuello al tiempo y el Vigésimo Noveno Plan Molar entra en su fase decisiva.

Lleva en lo más suyo, como estandartes al frente de su misión: las nalgas de Gamma Glo, su escultural muslamen.

lunes, octubre 23, 2006

Comerse a un orfebre


Aunque puse toda la buena voluntad del mundo y él se portó como un bendito, no pude comerme a un orfebre.
Tenía la cabeza dura y peluda, y mis humildes mandíbulas no tenían el tamaño ni la fuerza necesarios.
Si hubiera sido un guepardo o un tigre de dientes de sable (o macairodonte), podría haberle destrozado el cráneo a dentelladas, pero en vista de que no llegábamos a ninguna parte y se iba haciendo ya la hora mala, lo acompañé a la puerta, le di las gracias y le indiqué el camino más corto al Palacio Francés.
Cuando se dio la vuelta, le vi la nuca, la espalda y la parte de detrás de las orejas.
Gracias.

Comerse un Capsicum verde de Molibdeno


Ñam.
Ñam.

Agente de grandes acciones; orador de grandes palabras


"La grandeza del homérico Aquiles sólo puede entenderse si lo vemos como "el agente de grandes acciones y el orador de grandes palabras". A diferencia del concepto moderno, tales palabras no se consideraban grandes porque expresaran elevados pensamientos; por el contrario, como sabemos por las últimas líneas de Antígona, puede que la aptitud para las "grandes palabras" (megaloi logoi), con las que replicar a los golpes, enseñe finalmente a pensar en la vejez. El pensamiento era secundario al discurso, pero discurso y acción se consideraban coexistentes e iguales, del mismo rango y de la misma clase, lo que originalmente significó no sólo que la mayor parte de la acción política, hasta donde permamece al margen de la violencia, es realizada con palabras, sino algo más fundamental, o sea, que encontrar las palabras oportunas en el momento oportuno es acción, dejando aparte la información o comunicación que lleven. Sólo la pura violencia es muda, razón por la que nunca puede ser grande. Incluso cuando, relativamente tarde en la antigüedad, las artes de la guerra y de la retórica emergieron como los dos principales temas políticos de educación, su desarrollo siguió inspirado por la tradición y por esa anterior experiencia pre-polis, y a ella siguió sujeta."

Hannah Arendt
La condición humana
1958
Paidós, 2005 (Trad. de Ramón Gil Novales)

lunes, octubre 16, 2006

Seringapatam



El 4 de mayo de 1799, en la batalla de Seringapatam, el Sultán Tipoo, el Tigre de Mysore, fue ejecutado cuando las tropas británicas lograron entrar en la fortaleza.
Murieron 1.400 ingleses y 6.000 súbditos del Sultán.

Hay quien dice que el barón de Münchausen anduvo por allí.

En el año 1800, en Seringapatam, en la India, se registraron una sucesión de lluvias de granizo. Durante una de ellas se encontraron dos piezas de hielo que tenían el tamaño de un elefante pequeño. Tardaron tres días en derretirse por completo.

jueves, octubre 12, 2006

La poscultura


“Hasta los mismos literatos han asumido este gran giro culturalista y han entrado de una manera resuelta en la edad de la desmitificación. Existen, a buen seguro, excepciones e islotes de resistencia, pero si C.P. Snow pudiera visitar hoy los campus universitarios o los centros de enseñanza secundaria de Occidente no daría crédito a sus oídos; ya no reconocería la vieja escuela. La sospecha ha entrado, efectivamente, en el santuario; los guardianes del Templo han perdido la fe; los pasadistas han sido presa de un ataque de juventud; con la excepción de algunos devotos retrasados, los profesores de letras se dedican hoy a desacralizar su patrimonio. En sus manuales desempolvados se yuxtaponen una fábula de La Fontaine, una imagen publicitaria, la entrevista a un cineasta y el testimonio de un cancerólogo. Es en sus programas donde se ha expoliado a la creación de su aura y donde el pasado se ha visto rebajado, trivializado y privado de todo prestigio. Es en sus clases y no en los departamentos científicos donde el culto a las obras maestras suscita la ironía y donde se interpreta en términos exclusivamente históricos, sociológicos o políticos la supremacía de los llamados textos literarios sobre las otras formas de discurso. Es en los bastiones de las Humanidades donde, en vez de enseñar a reverenciar los clásicos, se enseña a desconfiar de ellos y a hacer fracasar sus tejemanejes y sus astucias oratorias. Es en los antiguos feudos del amor al arte donde se pone en tela de juicio la misma idea de valor estético y donde la inteligencia considera una gloria derribar el muro erigido por una tradición aristocrática entre lo admirable y lo ordinario. En pocas palabras, allí donde había intercesores, se entregan hoy de lleno los demoledores, y es que se ha producido algo que C.P. Snow no había visto venir: la enseñanza de la literatura ha sido derogada para liberar de su collar jerárquico a la multiplicidad de las maneras de decir.
Esta apología de lo plural es hija de la contestación romántica de Las Luces. Con todo, es una hija pródiga. El nuevo culturalismo, en lugar de querer limitar la ambición transformadora de los hombres, se dedica a desactivar la argumentación de sus adversarios: si no se entrega nada que no esté previamente dotado de forma y de sentido por una cultura, ¿en nombre de qué se puede elegir tal dato, erigirlo en modelo ideal, defenderlo contra la muerte o la metamorfosis? Si no hay más que construcciones sociales, ¿por qué dar prioridad a ésta en vez de a aquélla? ¿A la herencia en vez de a su liquidación? ¿A la estabilidad en vez de al movimiento? ¿A la Historia en vez de a la tabla rasa? ¿Al silencio y al tiempo de la lectura en vez de a las nuevas categorías mentales inducidas por la civilización de los ordenadores, de los teléfonos móviles y de las videoconsolas? “El fin de un mundo no es el fin del mundo, sino el comienzo de otro”, proclama impasible, y hasta burlón, el sociólogo Christian Baudelot. ¿Es un avance este comienzo? Poco importa. Lo importante es el cambio. Los románticos toman partido por lo que cae; los posmodernos, por lo que hace caer. Aquéllos lloran; éstos ríen de manera burlona.
Los últimos románticos quisieran oponer un acercamiento prudente al mundo que viene contra la marcha hacia delante cada vez más compulsiva del progreso. El pensamiento posmoderno deslegitima al mismo tiempo la idea de progreso y la virtud de la prudencia. Cuenta con el flujo sin inquietarse por su destino. Liquida el sentido en beneficio de la metamorfosis. Quiere el cambio por sí mismo. Este pensamiento lúdico, perfectamente adecuado a la técnica, que, como nos ha enseñado Heidegger, no es sólo un modo de producción, sino un modo de desvelamiento, se muestra encantado con la trepidación, celebra la ondulante variedad de los acuerdos sociales, homologa sin hacerse de rogar la maleabilidad y la movilidad infinitas del ser. Anything goes. No importa lo que ocurra, dice con una sonrisa. Y esta sonrisa democrática dobla las campanas por la cultura general. Para que sea posible algo como una cultura general y una educación liberal que asegure su transmisión, es preciso, a la vez, una naturaleza que cultivar y una realidad que conocer. Cuando la cultura se identifica con lo que ya está ahí y cuando todas las experiencias de la realidad son consideradas igualmente históricas, igualmente ficticias, igualmente válidas, ya no queda cultura general, sino una pululación de identidades particulares ligadas por la cultura común de los aparatos, de las normas, de las reglas, de las operaciones en vigor en el universo de la técnica y del mercado. Nuestro tiempo reemplaza esta ascensión sin fin que es la cultura animi por la horizontalidad sin fin de las prácticas culturales, y no concede la estampilla de la universalidad más que a la batería de las pericias que requiere la razón instrumental. ¿Y qué es la literatura en todo esto? Una práctica cultural que se muestra altiva y que es menester saber poner en su sitio.
C.P. Snow tenía razón al pensar que la guerra de las dos culturas iba a conocer pronto su epílogo. Sin embargo, se equivocaba al alegrarse. Y es que este epílogo no es el de una cultura que vence a la otra, sino que lo cultural vence sobre todo, se lo traga todo, hace una masa indiferenciada de aquí y de allá, de dentro y de fuera, de lo espontáneo y de lo pulido, de lo feo y de lo bello, de lo trivial y de lo raro, y sumerge en el olvido, robándole su nombre, el doble trabajo de darnos forma a nosotros mismos y de elucidación del ser por cuya conducción se peleaban ardientemente, todavía ayer, los científicos y los literatos.”

Alain Finkielkraut
Nosotros, los modernos
Ed. Encuentro, 2006.
(Trad. de Miguel Montes)

jueves, septiembre 21, 2006

jueves, septiembre 14, 2006

El Lycopersicon esculentum de Molibdeno


De la huerta Molar hemos collido un Lycopersicon esculentum.
Un tomate.
Puede que sea de la variedad Small Fry, o Super Sweet 100, o Sweet Cherry, o Sweet Chelsea.

Lo lustraremos.
Nos lo comeremos.

A vuestra salud.
A la nuestra.
A toda salud. Sin freno.

Aquí: Paz.
Después: Gloria.

miércoles, septiembre 06, 2006

Petrus 226


Un amigo de Knafler se la regaló a Carmichael Capdeserp en el día de su aniversario.
Sin tiempo para perderlo en lo que veis.
Trenzanos, Knaflers y Capdeserps emasculando el tirabeque sin que yo pueda hacer nada por impedirlo.

jueves, agosto 24, 2006

La peluca de Knafler


Todos desean que la peluca de Knafler cubra su cráneo.
Pero sólo a una cabeza le está reservado tal honor.
Y esa una, mi vida, eres tú.

viernes, julio 28, 2006

Homenaje a Mo


molibdeno.
(Del lat. molybdaena, y este del gr. μολύβδαινα, trocito de plomo).
1. m. Elemento químico de núm. atóm. 42. Metal escaso en la corteza terrestre, se encuentra generalmente en forma de sulfuro. De color gris o negro y brillo plateado, pesado y con un elevado punto de fusión, es blando y dúctil en estado puro, pero quebradizo si presenta impurezas. Se usa en la fabricación de aceros y filamentos resistentes a altas temperaturas. (Símb. Mo).

jueves, julio 27, 2006

Petróleo GAL


La última botella de Petróleo GAL está escondida en algún lugar del Palacio Francés. Sin ella, el cráneo de Aldo Trenzano será pronto un erial, y su autoridad en el barrio: humo. Peor que Sansón; y su Dalila, sin que él lo sepa: el bueno de Ceferino.
Él la encontró un día limpiando uno de los camerinos, olvidada y cubierta de polvo, y la escondió en la taquilla de Nino Gomera, bajo el disfraz de Antológica de Morandi para el número de Arroz Catalina de los jueves que caen en día impar por la noche.
También los Capdeserp – que saben que la mítica Reserva Trenzano se agota - la buscan con disimulo. Sería una jugada maestra en su lucha por el poder hacerse con la última botella de Petróleo GAL del mundo.
Mientras, Ceferino, ajeno al drama, se pasa las tardes en casa de Nino Gomera, acariciando a la Paraguaya y oyendo discos de la Joven Orquesta de Zimbabwe.
¿Qué discos? ¿Los de la serie “Los jóvenes cantan en las calles de Kinshasa”?
No, amiguito, no, no nos confundamos: los de la colección amarillo y oro. Los de la cáscara verde. Los de la Bestia Mulé.

miércoles, julio 05, 2006

Dos de Quevedo



- Son muy bonitos. De Quevedo. Célebres.
- Muy bien.

2

REPRESÉNTASE LA BREVEDAD DE LO QUE SE VIVE Y CÚAN NADA PARECE LO QUE SE VIVIÓ


"¡Ah de la vida!"...¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

472

AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE


Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo.
Poesía original completa
(ed. de José Manuel Blecua)
Planeta, 1981.

Dos poemas de Quevedo para nuestro Emperador


610

“Te crepitus perdit, nimium si ventre retentes.
Te propere emissus servat item crepitus.
Si crepitus servare potes et perdere, nunquid
Terrificis crepitus regibus aqua potesti?”



La voz del ojo, que llamamos pedo
(ruiseñor de los putos), detenida,
da muerte a la salud más presumida,
y el proprio Preste Juan le tiene miedo.

Mas pronunciada con el labio acedo
y con pujo sonoro despedida,
con pullas y con risas da la vida,
y con puf y con asco, siendo quedo.

Cágome en el blasón de los monarcas
que se precian, cercados de tudescos,
de dar la vida y dispensar las Parcas.

Pues en el tribunal de sus greguescos,
con aflojar y comprimir las arcas,
cualquier culo lo hace con dos cuescos.




637

A un bujarrón

Epitafio

Aquí yace Misser de la Florida,
y dicen que le hizo buen provecho
a Satanás su vida.
Ningún coño le vió jamás arrecho.
De Herodes fue enemigo y de sus gentes,
no porque degolló los inocentes;
más porque, siendo niños y tan bellos,
los mandó degollar y no jodellos.
Pues tanto amó a los niños y de suerte,
(inmenso bujarrón hasta la muerte),
que si él en Babilonia se hallara,
por los tres niños en el horno entrara.

¡Oh, tú, cualquiera cosa que te seas,
pues por su sepultura te paseas,
u niño, u sabandija,
u perro, u lagartija,
u mico, u gallo ,u mulo,
u sierpe u animal que tengas cosa
que de mil leguas se parezca a culo!,
guárdate del varón que aquí reposa;
que tras un rabo, bujarrón profundo,
si le dejan, vendrá del otro mundo.

No en tormentos eternos
condenaron su alma a los infiernos;
más los infiernos fueron condenados
a que tengan su alma y sus pecados.
Pero si honrar pretendes su memoria,
di que goce de mierda y no de gloria;
y pues tanta lisonja se le hace,
di: “Requiescat in culo, mas no in pace”.

Francisco de Quevedo
Poesía Original Completa
(ed. de José Manuel Blecua)
Planeta, 1981.

lunes, julio 03, 2006

Senos


LA GIGANTA DE LOS SENOS COMPLACIENTES

El deseo de unos senos suficientes se ase a unos senos gigantescos.
Existe en alguna parte esa giganta de los senos complacientes, los senos que recrían, los senos formidables, los senos que pueden ser estrujados y sobre los que el hombre puede acostarse como sobre una cama de matrimonio. La giganta está acostada en el gran valle. Su sonrisa es condescendiente. Está vestida hasta la cintura porque si no sus piernas resultarían monstruosas y su sexo resultaría un abismo peligroso e inmundo. Una larga hilera de peregrinos caminan hacia sus senos, y otros ya están arrodillados y prosternados sobre ellos. Algunos se esconden trémulos, febriles – amarillos de fiebre - , en la juntura de esos senos, y allí, dedicados a una larga atrición, se curan de la inquietud que traían, causada por el sobresalto que les han dado los senos breves; otros más atrevidos, se esconden bajo el peso del seno que cae y no cae sobre la tabla del pecho, y allí, a la sombra templada, les adormece una pereza ideal, como después de la consecución suprema.
Los senos de la giganta en relación con la luna, como el mar, tienen altas y bajas mareas, y una vida inmensa. Están un poco desgastados por el constante pasaje, y sus pezones tienen esa dolorosa tumefacción de los pezones mordidos por los hijos a los que les salieron los dientes cuando aún no habían dejado se ser mamones o por los niños a los que les duelen y les arden las encías.
¡Oh, senos de la giganta complaciente, senos ubérrimos y copiosos, senos en cuajada cascada, senos para el descanso eterno, senos tranquilizadores, senos verdaderamente grandes, abrumadores hasta el hartazgo, senos que se buscaron en vano - ¡siempre en vano! – bajo una falsa - ¡siempre falsa! – opulencia de los corpiños abultados!”

Ramón Gómez de la Serna
Senos, 1917.

domingo, junio 25, 2006

El Trampolin de la Fama


El taxi que llevaba a Ceferino y a su amiguito al Palacio Francés era muy bonito y olía a lanolina. Lo conducía un señor que, según les contó, era misántropo, nanorrobot y gilipollas a tiempo parcial. Había trabajado durante años disfrazado de caballo en el Circo Price, y siempre que podía se colgaba moscas muertas del rabo con su camisita y su canesú.
- Aquí tiene, señor taxista, su dinero. Y un besito en el cráneo de propina.
- Quite, quite, si he disfrutado mucho. Incluso me atrevería a decir que debería ser yo quien les pagara por darle un ratito de alegría a un señor viejo y medio gilipollas al que no conocen de nada. Aquí tienen mi tarjeta: va mi dirección, mi teléfono y un breve testamento filosófico al dorso que puede serles útil si algún día quieren entrar en una logia masónica. Si no, no.

En la puerta del Palacio Francés un cartel anunciaba la final del Trampolín de la Fama para el sábado: Dientes de Sable, el campeón local, podía perder su corona de laurel de Emperador de la Canción Ligera contra la joven promesa de un disco-bar de Oviedo: Wilson Géminis de Fofo, también conocido como “El Moscovita”, como “Oleoducto” y como “Entre un buey y una mula, Dios ha naciido, y en un pobre pesebre lo han recogido”.

- La verdad es que me sabría mal por el Sr. Sable, pero El Moscovita viene pegando fuerte con su imagen moderna y su mezcla de ritmos sabrosones con las psicofonías de Vladimir I. Lenin y de Margarita de Borgoña, remasterizadas por un sobrino hidrocéfalo de Jiménez del Oso.
- Olvídate de eso ahora, Ceferino. Tenemos el Palacio Francés para nosotros solos. Los Trenzano duermen. Los Capdeserp le están haciendo una lavativa al marmolista, y el precio de la carne de caballo está por los suelos.
- Además, han fregado el linóleo con agua tibia y un tapón de jabón neutro. Huele a pino.
- Como aquella noche en Trípoli, ¿te acuerdas, Ceferino?
- Ahá!
- En Trípoli.
- Ahá, ahá!
- En Trípoli.
- Ahá!

jueves, junio 22, 2006

Gravedad e importancia del humorismo (III)


EL HUMOR

“[...] ...pues ese sentido de lo incongruente es una de las mayores cualidades que equilibran el espíritu europeo. Sería fácil recorrer los archivos de cada nación y señalar este elemento en cada novela u obra de teatro, y en no pocos poemas y obras filosóficas. Naturalmente no tenemos aquí espacio para llevar a cabo semejante indagación, pero podemos mencionar tres grandes nombres históricos, uno inglés, uno francés y el tercero español, pues inauguraron nuevas épocas e incluso los pocos que les superaron continuaron siendo sus seguidores. El primero de esos nombres decisivos es el de Chaucer, cuya urbanidad ha contribuido a ocultar en parte su verdadera originalidad. La civilización medieval tenía un poderoso sentido del grotesco, tal como se aprecia en su escultura, pero se trataba en cierto sentido de un sentimiento belicoso, relacionado con dragones y demonios; estaba vivo, pero sobre todo coleaba. Chaucer introdujo en aquella atmósfera la fresca brisa de la comedia verdadera, una especie de incongruencia aún más incongruente en aquel mundo. En sus descripciones personales tenemos un elemento nuevo y muy inglés, que hace que sintamos cierta simpatía hacia la misma gente de la que nos reímos. Toda la novela humorística, por no decir toda la novela, arranca del prólogo de los Cuentos de Canterbury.
Bastante más tarde, Rabelais pasó una nueva página al demostrar que las cosas del intelecto podían tratarse con la energía de los espíritus más elevados y una especie de presión física exuberante que era humorística en su propio abandono. Siempre será la inspiración de cierto tipo de impaciencia genial, y de los momentos en los que la gran imaginación humana se desborda.
[...] En tercer lugar, apareció con Cervantes un elemento nuevo en su expresión explícita: esa gran cualidad cristiana del hombre que se ríe de sí mismo.
[...] Desde entonces, el humor en este sentido puramente humorístico, la confesión de complejidad y debilidad que ya hemos señalado, ha sido una especie de secreto de la alta cultura de Occidente. La influencia de Cervantes, Rabelais y los demás recorre todas las letras modernas, sobre todo las nuestras; tiene un sabor ácido y taimado en Swift, un gusto más delicado y tal vez más dudoso en Sterne, recorre toda clase de experimento de ensayo o comedia, se detiene en la alegría pastoral de Goldsmith o continúa hasta dar a luz, como en un parto gigante, las vivas caricaturas de Dickens.
[...] El humor absurdo puede describirse como un humor que, por el momento, ha renunciado a cualquier conexión con el ingenio. Es un humor que abandona cualquier intento de justificación intelectual y no se limita a burlarse de la incongruencia de algún accidente o farsa, como subproducto de la vida real, sino que la extrae y disfruta por sí misma. Jabberwocky no es una parodia de nada; los Jumblies no son una sátira de nadie; se trata de la locura por la locura, igual que el arte por el arte, o, más exactamente, que la belleza por la belleza; y no sirven a ningún propósito social, salvo tal vez al de proporcionar un momento de evasión.
[...] Ésta es tal vez la última fase en la historia del humor; pero incluso en este caso conviene conservar lo que es una virtud esencial del humor: la virtud de la proporción. El humor, como el ingenio, está relacionado, aunque sea de manera indirecta, con la verdad y las virtudes eternas; igual que la mayor incongruencia consiste en ponerse serios al hablar del humor; la peor clase de pomposidad es enorgullecerse monótonamente del humor, pues él mismo es el mejor antídoto contra el orgullo y ha sido desde la época del Libro de los Proverbios el martillo de los idiotas.”

DEFENSA DEL ABSURDO

[...] “Es verdad, en cierto sentido, que algunos de los mejores escritores que ha visto el mundo — Aristófanes, Rabelais y Sterne — practicaron el absurdo, pero o mucho me equivoco o lo hicieron de un modo muy diferente. El absurdo de aquellos hombres era satírico, es decir, simbólico; era una especie de exuberante travesura alrededor de una verdad probada.
[...] Por tanto, si la literatura del absurdo va a ser de verdad la literatura del futuro, debe tener su propia versión del cosmos que ofrecer: el mundo no debe ser sólo trágico, romántico o religioso, también debe ser absurdo. Y aquí imagino que la literatura del absurdo acudirá inesperadamente en ayuda de la visión espiritual de las cosas.
[...] Ése es el lado de las cosas que tiende más sinceramente a la maravilla espiritual. Resulta muy significativo que en el mayor poema religioso existente, el Libro de Job, el argumento que convence al infiel no sea (como ha querido dar a entender la religiosidad meramente racional del siglo XVIII) una imagen de la ordenada beneficiencia de la creación; sino, por el contrario, una imagen de su inmensa e indescifrable sinrazón. “¿Has hecho que llueva en las tierras despobladas, en la estepa donde no habita el hombre?” Este sencillo sentido de la maravilla ante las formas de las cosas y su independencia de nuestros criterios intelectuales y nuestras triviales definiciones, es tanto la base de la espiritualidad como del absurdo. El absurdo y la fe (por extraña que pueda parecer esta conjunción) son las dos afirmaciones simbólicas supremas del hecho de que extraer el alma de las cosas con un silogismo es tan imposible como sacar al Leviatán del agua con un anzuelo. La persona bienintencionada que, tras estudiar sólo el lado lógico de las cosas, decide que la “fe es absurda”, no sabe cuánta verdad encierran sus palabras; más tarde podría reencontrarla en la forma de que el absurdo es la fe.”

G. K. Chesterton (1874 – 1936)
Correr tras el propio sombrero (y otros ensayos)
(Trad. de Miguel Temprano)
Acantilado, 2005.

miércoles, junio 21, 2006

El Doctor Ivory y su enfermito propio


“También, durante mi estancia en París, conocí a otros tipos pintorescos, que aunque no lograran la popularidad de los anteriores, no por eso son menos interesantes.
A uno de ellos, quizá el más pintoresco, lo conocí, completamente desnudo, en Montmartre.
Y no es que fuese Adán ni que fuese Eva. No.
Era un señor que iba desnudo, con todo fuera, sencillamente porque era muy pobre, y como era tan pobre no tenía dinero ni para comprarse una camisita, ni un traje, ni un abrigo, ni siquiera un trapo roto…
Era tan pobre que tenía también un hijo pobre. Un niño de pocos meses con la barba ya crecida por no tener dinero ni para ir a afeitarse a la peluquería.
Al señor aquel, que se llamaba Monsieur Bonald, al principio de ser pobre le daba mucha vergüenza salir a la calle desnudo, y se quedaba todo el día en la cocina de su casa, y allí se pasaba las horas muertas mirándose los brazos y la barriguita, que nunca se cansa uno de verse, ya que es de las cosas que más entretienen.
Con él jugaba el niño, también en cueros, y padre e hijo hacían en su casa lo que se hace cuando se está desnudo: tomar duchas y hacerse uno a otro, encima de la mesa, grandes operaciones quirúrgicas. Un día el hijo le hizo al padre la operación de la apendicitis; y otro día el padre le hizo al hijo la operación del riñón. Todo, claro, sin necesidad y sólo para aprovechar que estaban desnudos.
No tenían qué comer, la miseria les iba matando poco a poco y los vecinos empezaban a criticarles por su indolencia. Y entonces decidieron salir a la calle a pedir limosna.
El primer día que salieron a la calle, así desnudos, con todo fuera, llamaron mucho la atención, y la gente, tan poco acostumbrada a ver personas desnudas, se creía que eran conejos o bichos de esos del campo. Nadie podía figurarse que fuesen un señor y un niño, y los transeúntes les echaban hierbas y les hacían comer pan y papeles en la mano.
[…] Las señoras y los caballeros les entregaban monedas de plata y cobre, y en cinco días que estuvieron así por las calles cogieron miles de francos.
[…] Pero a pesar de coger tantas limosnas, y de ganar más dinero que en la vida ganó ningún mendigo, el padre y el hijo, con la boca abierta por el asombro, veían que seguían tan pobres como siempre, hasta el extremo de no tener dinero ni para comprarse un pedazo de pan.
La razón no era extraña.
Era simplemente que ellos cogían el dinero y se lo metían en el bolsillo, como hace todo el mundo que coge dinero. Pero como el padre y el hijo iban desnudos y los que van desnudos no tienen bolsillos, el dinero no se sabía dónde iba a parar…
[…] Un día Bonald, que había enfermado con tanto disgusto, tropezó en su camino con el doctor Ivory. Y el hijo, a su vez, tropezó con el bondadoso monsieur Picard, los cuales habían de salvar a los dos de su miseria.
El doctor Ivory era un sabio doctor que estudiaba desde por la mañana hasta la noche tantos libros gordos para saber curar a los enfermos, que no le quedaba tiempo ninguno para curar a los enfermos, ni siquiera para verlos, ni para nada.
[…] Y aquel sabio doctor, un día, en la calle, encontró a monsieur Bonald, desnudo, enfermo y desnutrido, y pensó comprarlo para llevárselo a su casa y tener un enfermito propio.
Aquel sabio doctor, por lo tanto, además de un magnífico quirófano y una elegante biblioteca, tuvo desde entonces un enfermito propio, para él solo, que era suyo y muy suyo, y que nadie más que él podía tocar por dentro y por fuera.
Había sido la ilusión de toda su vida, y por eso, al conseguirlo, estaba tan contento y tan colorado que daba gusto verlo…
- Cuando tú seas un médico muy rico – le decía de pequeño su madre buena – podrás tener un enfermito para ti solo, y lo pondrás en la sala que da a la calle, junto al piano, y podrás mirarle la lengua siempre que tú quieras, nenito mío.

Cuando la madre le decía esto, el niño estudiaba con ahínco y era muy bueno y muy formal, pues prometerle a un niño que estudia medicina un enfermito de verdad, con diabetes y todo, es como prometerle un barco al que estudia para marinero o un traje de maja al que estudia para cupletista.
[…] Por este motivo los médicos pobres que no pueden comprar un enfermo, aunque sea pequeño y no esté fresco, están siempre tan tristes y nada les divierte.
El doctor Ivory, en cambio, estaba encantado con su enfermito propio, al que había puesto en la salita, sentado en una butaca y cubierto con una tarlatana para que no le picasen las moscas.
[…] Cuando llegaba una visita de confianza para el doctor, o para su señora, después de merendar en el comedor, pasaban a la salita y les enseñaban el enfermo para presumir.
- Tiene dieciocho enfermedades, todas graves – explicaban, lo mismo que al enseñar el aparato de radio decían: “Tiene ocho lámparas”.
Las visitas lo miraban por todas partes, levantando la tarlatana, y lo encontraban muy barato, y decían que con aquel enfermito en aquel rincón la sala resultaba mucho más mona. Y todos se sentaban a su alrededor y le echaban bromoquinina.
Pero el enfermo duró sólo unos diez años. Luego se murió.
Y éste fue el final de monsieur Bonald. En cuanto al hijo, su final fue muy diferente. Él tuvo más suerte al encontrar al bondadoso monsieur Picard.”

Miguel Mihura
Mis Memorias, 1948.

jueves, junio 15, 2006

La necesidad de ideología



“[…] Como exime a la vez de la verdad, de la honradez y de la eficacia, se concibe que ofreciendo tan grandes comodidades, la ideología, aunque fuera con otros nombres, haya gozado del favor de los hombres desde el origen del tiempo. Es duro vivir sin ideología, ya que entonces uno se encuentra ante una existencia que no conlleva más que casos particulares, cada uno de los cuales exige un conocimiento de los hechos únicos en su género y apropiado, con riesgos de error y de fracaso en la acción, con eventuales consecuencias graves para uno mismo, con peligros de sufrimiento y de injusticia para otros seres humanos, y con una probabilidad de remordimiento para el que decide. Nada de esto puede suceder al ideólogo, que se sitúa por encima del bien y de la verdad, que es él mismo la fuente de la verdad y del bien.

[…] Aunque la ideología no posea eficacia, en el sentido de que no resuelve ningún problema real, ya que no proviene de un análisis de los hechos, sin embargo está concebida con vistas a la acción; transforma la realidad, e incluso mucho más poderosamente de lo que lo hace el conocimiento exacto. Este es, incluso, todo el objeto de este libro. La ideología es ineficaz en el sentido de que no aporta las soluciones anunciadas por su programa. Así, la colectivización de las tierras suscita no la abundancia, sino la penuria. Pero no por ello tiene una menor capacidad de acción sobre lo real, porque precisamente ella puede hacer pasar los hechos e imponer a varios centenares de millones de hombres una aberración económica fatal para la agricultura. En otras palabras, la colectivización no es una verdad agrícola, pero sí una realidad ideológica que, aunque destructora de la agricultura, ha sido mucho más concretamente extendida en el siglo XX que la simple verdad agrícola.

[…] El poderío de la ideología encuentra su mantillo en la falta de la curiosidad humana por los hechos. Cuando nos llega una información nueva, reaccionamos ante ella empezando por preguntarnos si va a reforzar o a debilitar nuestro sistema habitual de pensamiento, pero esa preponderancia de la ideología no tendría explicación si la necesidad de conocer, de descubrir, de explorar lo verdadero animara tanto como se dice nuestra organización psíquica. La necesidad de tranquilidad y de seguridad mentales parece más fuerte. Las ideas que más nos interesan no son las ideas nuevas. El florecimiento de la ciencia, desde el siglo XVII, nos incita a presuponer en la naturaleza humana un congénito apetito de conocimientos y una insaciable curiosidad por los hechos. Pero, como nos enseña la historia, si el hombre despliega, en efecto, una intensa curiosidad intelectual, es para construir vastos sistemas explicativos tan verbales como ingeniosos, que le proporcionan la tranquilidad de espíritu en la ilusión de una comprensión global, más que para explorar humildemente las realidades y abrirse a informaciones desconocidas. La ciencia, para nacer y desarrollarse, ha debido y debe aún luchar contra esa tendencia primordial, en torno a ella y en su propio seno: la indiferencia al saber. La tendencia contraria, por razones que todavía se nos escapan, no pertenece más que a una ínfima minoría de hombres, y, además, en ciertas secuencias de su comportamiento y no en todas.”

Jean-François Revel
El conocimiento inútil
(Trad. de Joaquín Bochaca)
Austral, 1993.

miércoles, junio 14, 2006

Gravedad e importancia del humorismo (II)


“[…] En 1.621 el inglés Burton publicó un libro precioso, la Anatomía de la Melancolía, sobre el caso más llamativo de estos últimos, que siempre han sido privilegiados de la fortuna. La influencia de la melancolía (del griego melanos kolia, “humor negro”) ya había sido tratada por el problema XXX de los Problemmata que se atribuyeron a Aristóteles y fueron, sin duda, obra de su círculo de seguidores: aquel humor de madurez es el que conviene a los héroes ( y por eso fue preponderante en Empédocles, Platón y Sócrates, según nos dice) y, desde luego, a los artistas, porque proporciona una suerte de superávit de conciencia del yo, una adecuada hegemonía de los sentimientos sobre el raciocinio. Y es que los melancólicos estaban bajo la influencia del raro y lejano planeta de los anillos misteriosos, Saturno. Desde el famoso e impresionante grabado de Durero hasta los cuadros de Giorgio de Chirico, pasando por alguno de los más bellos momentos del arte humanista, la representación de la melancolía y de los melancólicos ha sido la metáfora predilecta de la ambición intelectual y la conciencia de fracaso, del descontento fecundo y la penetración estética. La melancolía es, a fin de cuentas, el humor por antonomasia y, por supuesto, el más prestigioso.”

José-Carlos Mainer
El humor en España: del Romanticismo a la Vanguardia
en Los humoristas del 27, MNCARS, 2002.

“[…] Un caballero español de gran ingenio iba a morir cuando llegó a verle un amigo pesadísimo, de esos que no se van nunca y alargan las visitas con su charla anodina. El moribundo resistió todo lo que pudo, pero hubo un momento final en que le dijo: “¡Con el permiso de usted, voy a entrar en el período agónico!”, y se volvió hacia la pared para fallecer.”

Ramón Gómez de la Serna
Humorismo
Ismos, 1931.

lunes, junio 12, 2006

Gravedad e importancia del humorismo (I)


“[…] Cuando ni gemimos ni nos encolerizamos ante lo que nos disgusta, no queda más que una actitud: la de la burla. Es ésta una posición desde la que no pretendemos matar al adversario, sino, en todo caso, hacer que se suicide; ni aspiramos a contagiarle nuestras lágrimas, sino a que sea la sonrisa la que se le pegue y le desarme.
En este caso la impresión hiriente no pasa tan sólo por el corazón para tomar en él bríos de protesta o acentos aflictivos, sino que se deja macerar en el cerebro, de donde sale como amansada; más pulida, más cortés y, sobre todo, más comprensiva. […]”

Wenceslao Fernández Flórez
Discurso de ingreso en la Real Academia, 1945.


“[…] Hoy parece volver a imperar la teoría de los humores mantenida por los médicos, desde Marañón, que preconiza la inyección de alegría, a Pittaluga, que prejuzga el sentido del humorismo al definir el temperamento como algo que “surge del conjunto de las correlaciones bioquímicas humorales, dependientes, a su vez, de la actividad trófica y glandular o diastásica de las células que integran nuestros órganos, muy en particular los órganos de secreción interna. Ejercen éstos directa y continua acción sobre el sistema nervioso vegetativo; y por medio de este último y del plasma sanguíneo otorgan al sistema nervioso central las cualidades específicas de nuestra sensibilidad”.

[…] Se sabe de la influencia en la alegría de un buen endocrinismo y metabolismo, y espero que pronto se encuentre la glandulilla basamental del humorismo, y que a los hipohumoristas les podrá compensar una inyección de preparado humorístico.

[…] En el momento de girar la épica hacia otro avatar, surge lo humorístico como la fiesta más eternal, porque es la fiesta del velatorio, de todo lo falso descubierto y de todo lo que estuvo implantado, y a lo que le llega la hora de la subversión.

[…] La actitud más cierta ante la efimeridad de la vida es el humor. Es el deber racional más indispensable, y en su almohada de trivialidades, mezcladas de gravedades, se descansa con plenitud.
Se sobrepasa gracias al humor esa actitud por la que sólo se es un profesional del vivir, en toda la sumisión que representa ese profesionalismo.

[…] No se propone el humorismo corregir o enseñar, pues tiene ese dejo de amargura del que cree que todo es un poco inútil.
Casi no se trata de un género literario, sino de un género de vida, o mejor dicho, de una actitud frente a la vida.
El humorismo ha de tener una nobleza improvisadora de poeta. ¡Qué feo es ese humorismo sistemático de sota, caballo y rey, sin la feracidad sentida del artista!
La tremulancia que necesita el humorismo no se encuentra jamás en esos humoristas de ajedrez, verdaderos simuladores del humor, que realizan su papel como actores repetidos del humorismo.

[…] Gracias al humorismo, el artista evita el creer resolver problemas que son insolubles y que tal vez ni problemas son, sino la vida mal planteada, defectos de la vida confinada en pequeños círculos. Gracias a ese recurso de elevación se pone en extremos de luz el margen en que estará el porvenir respecto a muchas cosas y deja abierto el círculo en vez de cerrarlo de esa manera que ha vuelto insoportables muchas obras literarias por atosigación de su seriedad y de su calidad de género cerrado.

[…] Toda obra tiene que estar ya descalabrada por el humor, calada por el humor, con sospechas de humorística; y si no, está herida de muerte, de inercia, de disolución cancerosa.
Todo lo que no tenga humorismo se convierte en un cuento de miedo que no mete miedo a nadie.

[…] El humor entra en las cosas por el lado por el que no existen, y es el que las revela más.
Lo que de mastodóntico y aplastado tiene el mundo sólo lo compensa la mirada humorística. Todo es montaña para el hombre si el hombre no es humorista. […]”

Ramón Gómez de la Serna
Gravedad e importancia del humorismo
Revista de Occidente, febrero 1928.

viernes, junio 09, 2006

Carta desde Damasco


“Hay una cosa que nos pierde, ¿sabes?, una cosa estúpida que nos estorba, y es el gusto, el buen gusto. Tenemos demasiado, quiero decir que nos preocupamos por ello más de lo que hace falta. El miedo a lo malo nos invade como una niebla (una niebla sucia de diciembre, que llega de golpe, que te hiela las entrañas, que apesta bajo la nariz y te lastima los ojos), tanto que, no atreviéndonos a avanzar, nos quedamos inmóviles. ¡No ves cómo nos volvemos críticos, cómo tenemos poéticas propias, principios, ideas preconcebidas, reglas en fin, como Delille y Marmontel! ¡Se trata de otras!, ¡pero eso qué importa! Lo que falta es audacia.
Vuelve pues, hermoso tiempo de mi juventud, en que yo soltaba en tres días un drama de cinco actos. De tantos escrúpulos, nos parecemos a esos pobres devotos que no viven por miedo del infierno, y que despiertan a su confesor muy temprano para acusarse de haber abortado en sueños por la noche. No nos preocupemos tanto del resultado. Trabajemos, actuemos; ¡no importa qué niño dé a luz la Musa! ¿El placer más puro, no está en sus besos?”

Carta de Gustavo Flaubert a Luis Bouilhet.
Damasco, 4 de septiembre de 1850
“Cartas del Viaje a Oriente”
(Trad. de Ricardo Cano Gaviria)

lunes, junio 05, 2006

Carne de caballo



"Moli los dejó dormir y se puso a dar vueltas por el campamento. Se preveía un próximo combate con los japoneses. Los soldados se preparaban o desayunaban. Los jinetes daban pienso a sus caballos.
Había un cosaco que tenía frío en las manos y se las calentaba en el coño de su yegua. El animal relinchaba suavemente; de pronto, el cosaco, enardecido, se subió a una silla detrás de su bestia y sacando una gran polla tan larga como el asta de una lanza la metió con delicia en la vulva animal, que segregaba un zumo caballar muy afrodisiaco, dado que el bruto humano descargó tres veces con grandes movimientos de culo antes de desencoñar.
Un oficial que vio aquel acto de bestialismo se acercó al soldado junto con Moli, y le reprochó vivamente haberse entregado a su pasión.
— Amigo mío — le dijo —, la masturbación es una cualidad militar. Todo buen soldado debe saber que, en tiempo de guerra, el onanismo es el único acto amoroso permitido. Menéesela, pero no toque usted a las mujeres ni a los animales."

Apollinaire
Las once mil vergas o Los amores de un Hospodar
(1907)
(Trad. de Mauro Armiño)

domingo, junio 04, 2006

El Palacio Francés



- Ven, ven, Ceferino. Al Palacio Francés.
- Me gustaría.
- Ven.
- ¿Sin Trenzanos ni Capdeserps?
- Solos tú y yo, en el Palacio Francés.
- ¿Sin música ambiente?
- Ni vedettes, ni ventrílocuos, ni artistas de cine.
- Voy.
(·)
- Al Palacio Francés, si es tan amable.

viernes, junio 02, 2006

U,i,u,aa,pim,pam,toma Lacasitos; u,i,u,aa: verás qué buenos que están.


"El que no se sienta nacionalista ni quiera a lo suyo no tiene derecho a vivir"

Xabier Maqueda, senador del Partido Nacionalista Vasco, Palma de Mallorca, domingo 28 de mayo de 2006

jueves, junio 01, 2006

Informalismo abstracto en Trípoli


- ¿3 + 2?
- 4.
- Por el culo te la hinco.

lunes, mayo 29, 2006

De Trilce




XI

He encontrado a una niña
en la calle, y me ha abrazado.
Equis, disertada, quien la halló y la halle,
no la va a recordar.

Esta niña es mi prima. Hoy, al tocarle
el talle, mis manos han entrado en su edad
como en par de mal rebocados sepulcros.
Y por la misma desolación marchóse,
delta al sol tenebloso,
trina entre los dos.

«Me he casado»,
me dice. Cuando lo que hicimos de niños
en casa de la tía difunta.
Se ha casado.
Se ha casado.

Tardes años latitudinales,
qué verdaderas ganas nos ha dado
de jugar a los toros, a las yuntas,
pero todo de engaños, de candor, como fue.

César Vallejo
Trilce
1922

viernes, mayo 26, 2006

Los Capdeserp



Si te cruzas con los Capdeserp en el portal, el ascensor o la escalera, hay unas cuantas cosas que te vendrá bien tener en cuenta. Recuerda que el más mínimo error puede provocar su respuesta airada; y la ira de los Capdeserp sólo se aquieta descuartizando cráneos a dentelladas. Así, si quieres conservar tu linda cabecita, atiende, animal:
— Buenos días, ¿sabe usted si ha venido el marmolista a hacer presupuesto? — te preguntarán siempre que te vean.
— No lo sé, pero he visto a su hermano corriendo desnudito por el parque.
— ¿Al Registrador de la Propiedad o al Desdentado Mórbido?
— Creo más bien que se trataba de El Otro.
— ¡Oh, El Otro, El Otro! — y echándose las manos a la cabeza de sierpe biomagnética que Dios les dio, huirán despavoridos, desalados y descoyuntados hasta despaparecer.
Cualquier otra respuesta a su amable conversación hubiera acabado con un cráneo peludo entre sus fauces, pero tú, querido amiguito, has superado la prueba, así que, como recompensa, vamos a formar tu hueso innominado. Pondremos ilion, isquion y pubis en una caja, la envolveremos bien y se la daremos a una mujer bizca vestida de negro que no me acuerdo cómo se llama para que te dé un pespunte en la ijada y un besito con bigotes de pez en cada muslo.
Tranquilo, a El Otro le daremos su merecido con cuchillos cachicuernos.

miércoles, mayo 24, 2006

Epitafio de Rilke


Rose, oh reiner Widerspruch, Lust,
Niemandes Schlaf zu sein unter soviel
Lidern

Rosa, oh contradicción pura, placer
de no ser sueño de nadie bajo tantos
párpados.

(1875-1926)

(Mañana, pasado o al otro: la gran batalla entre Los Trenzano y los Capdeserp: sangre, sudor y carne de caballo).

martes, mayo 23, 2006

"Este Flaubert, este enorme Flaubert"


"LEYENDO A FLAUBERT
[...] Flaubert es una de mis viejas debilidades. Porque yo, que no pienso volver a leer ninguna novela de Zola, he leído hasta tres veces alguna de Balzac, repetiré acaso alguna de los Goncourt y he repetido las de Flaubert. Y es que Zola, como hace notar muy bien Flaubert, apenas se preocupó nunca del arte, de la belleza. La pretensión de hacer novela experimental y su cientificismo de quinta clase le perdían. Tenía una fe verdaderamente pueril en la ciencia de su tiempo, sin acabar de comprenderla. Pero este Flaubert, este enorme Flaubert, este puro artista, está henchido de entusiasmo por el arte y a la vez de escepticismo, de íntima desesperación.
[...] Y en 1880 escribía a su amiga Madame Roger des Genettes: "He pasado dos meses y medio absolutamente solo, como el oso de las cavernas, y, en suma, perfectamente bien; verdad es que no viendo a nadie no oía decir tonterías. La insoportabilidad de la tontería humana ha llegado a ser en mí una 'enfermedad', y aún me parece débil la palabra. Casi todos los humanos tienen el don de 'exasperarme' y no respiro libremente más que en el desierto." Lo comprendo, y aun diré más, aunque se me tome a petulancia: conozco esa enfermedad.
Ello es doloroso, muy doloroso, bien lo comprendo y acaso no es bueno; tiene una raíz de soberbia, de lo que se quiera, pero me ocurre lo que al pobre Flaubert: no puedo resistir la tontería humana, por muy envuelta en bondad que aparezca. Dios me perdone si ello es algo perverso, pero prefiero el hombre inteligente y malo al tonto y bueno. Si es que caben bondad, verdadera bondad, y tontería, verdadera tontería, juntas, y no es más bien que todo tonto es envidioso, necio y mezquino. Su tontería le impide acaso al tonto hacer mal, pero no desea bien.
Antes perdono una mala pasada que se me juegue, que una ramplonería o una sonora vulgaridad que se me diga como algo que merece la pena ser oído. La mediocridad y la rutina mentales me duelen hasta físicamente. Hay amigos a quienes he dejado de frecuentar por no oírles los mismos eternos y sobados lugares comunes, ya sean católicos o anarquistas, creyentes o incrédulos, optimistas o pesimistas. Y la vulgaridad más moderna, la de moda, me molesta más que la antigua, la tradicional. El lugar común de mañana me es más irritante que el de ayer, porque se da aires de novedad y de originalidad. Por eso la tontería anarquista me es más molesta que la tontería católica.
[...] Pero oíd este párrafo de una carta de 1861, a la misma señora: "[...] Los dioses no existían ya y Cristo no existía aún, y hubo, desde Cicerón a Marco Aurelio, un momento único, en que el hombre se encontraba solo. En ninguna parte halla esta grandeza, pero lo que hace a Lucrecio intolerable es su física, que da como positiva: ¡Es débil porque no ha dudado bastante; ha querido explicar, concluir!" ¿Veis al hombre? Yo no sólo lo veo, lo siento, y lo siento dentro de mí.
[...] ¿Cómo voy a salir de casa estos días? ¿A qué? ¿A ponerme malo de oír la tontería monárquica o la tontería republicana, la conservadora o la liberal, la carlista o la socialista? ¿Voy a salir a oir el consuelo del tonto creyente que nunca ha dudado, o del no menos tonto librepensador que tampoco duda? ¡No,no,no; mejor meterme en casa a fortificarme contra el destino, leyendo a los grandes desengañados y a los grandes engañadores, a los apóstoles de la desesperación y a los de la inmortal esperanza, a los que quieren dejar de ser y a los que quieren ser para siempre! Y que los "vivos", entre tanto, se burlen de los locos; ¡que siga el "macaneo" de los que se creen avisados!
¡Oh santa soledad!"

Miguel de Unamuno
Contra esto y aquello
1912 (revisado en 1928)
Austral. Espasa-Calpe. 1941.

lunes, mayo 22, 2006

Del Libro de Sigüenza



"[...] Mirando estaban Sigüenza y su amigo este retazo de vida submarina, cuando pasaron unos chicos que traían un perrito blanco, jovial, ganoso de bullicio y de fiestas, según brincaba para lamer las manos de los muchachos. Ellos se reían, acariciándole y untándole el hocico con el companage de sus meriendas, para verle torcer golosamente la roja lancilla de la lengua.
Siguënza estuvo contemplando aquel grupo, que participaba de la inocencia y de la buena alegría de la tarde. Olvidado de las palabras de la recovera, se afirmaba que la paz y la belleza del ambiente eran como un perfume que regalaba y purificaba todos los corazones, todas las criaturas del mundo.
Pero los rapaces, ya lejos, bajaron a las piedras; sus manos descogían, alargaban una soga; el perrito gañía lastimeramente.
Sigüenza y su amigo corrieron a ver su travesura.
Los mozos, tendidos en las rocas, miraban el fondo, que allí estaba somero, del todo transparente.
— ¿Qué hiciste del perro? ¿Se escapó de vosotros?
— ¡No, siñor; no, siñor; aún puede verlo!
Acercóse Sigüenza. El perrito se retorcía ahogándose con los ojos abiertos, mirando a sus amigos, que le habían atado el cuello y los brazuelos a una piedra muy gorda para que no se levantase. Y los ojos del animal tenían una angustia y una esperanza humanas. ¡Veía tan cerca las manos que había lamido; hacía tan poco que le habían agasajado!¡Hasta le dieron de merendar, como si fuera un chico pequeño de la misma escuela!¡Cómo habían de dejarle morir!¡Eso no era más que por divertirse asustándole!
Y sí que lo dejaron que se ahogase. Cuando Sigüenza se asomó, ya estaba resignada la víctima; había doblado la cabeza.
Y murió.
Sigüenza les injurió enfurecidamente. Y ellos, entre pesarosos y risueños, le dijeron con sencillez:
— ¡Si ha sido sin querer! Le queríamos mucho; pero estaba la mar tan quieta y clara, que, sin pensarlo, pues... ¡lo atamos, para ver cómo se ahogaba un perro y todo lo que hacía!...

Y se quedaron mirando la paz y hermosura de la tarde, que eran como un perfume que llegaba a todos los corazones.”

Gabriel Miró
Libro de Sigüenza
1917

jueves, mayo 18, 2006

Los Trenzano


Los Trenzano viven en una casa en ruinas en algún páramo interestelar entre Novetlé y el Colegio de La Bola. Aldo Trenzano (en el centro de la imagen) se dedica a apilar bombonas de butano a los pies de su prima Ilener Trenzano (a la derecha). Y ella, agradecida, reparte algo de gas entre su prima Mailer Trenzano (la de la izquierda) y unos señores con el ombligo peludo que le dan besitos en las nalgas a cambio de nada.
No es que sean, como el Sr. Nesquik o Troquelillo Pastenaga [Naga Naga], unas bellísimas personas, pero todos envidiamos la lozanía de sus rótulas y su esternón azul de Prusia. En el momento en que se tomó esta fotografía decidían si dedicarse a la endogamia o montar un ultramarinos. Como era de esperar, se decidieron por la carne de caballo.

miércoles, mayo 17, 2006

Ave Imperator, Molibdeno te saluda



Heliogábalo Vespasiano es hoy nuestro Emperador.
Mañana puede ser otro: Augusto, Tiberio, Claudio o Domiciano.
Él respondió con algo de Juan Ramón, y yo le doy algo de Dámaso, que sé que le gusta.

Además: éste es de los pocos que podría haber escrito de memoria.

Hay días con tiempo para más.
Hoy no.
Mañana: Dios dirá.

martes, mayo 16, 2006

Viejo amigo Bombojaco esplendoroso.


Mañana o tarde en Pantera.
Como dice la canción:
"Moneda en la rendija /
y en la boca: mi Chesterfield Light."
En la memoria: el Bombojaco esplende.

lunes, mayo 15, 2006

Este de Tristram podria haber sido el primero, pero es el cuarto


“CAPÍTULO SEIS

Al principio del capítulo anterior os informaba exactamente de cuándo nací; —pero no os explicaba cómo. No; ese particular merece capítulo aparte;—además, caballero, como vos y yo somos perfectos extraños el uno para el otro, no hubiera estado bien haceros conocer de golpe demasiadas cosas acerca de mi persona.—Debéis tener un poco de paciencia. Mi empresa consiste, ya lo veis, en escribir no sólo mi vida, sino también mis opiniones; espero y confío en que vuestro conocimiento de mi carácter, y de la clase de mortal que soy por una parte, os hará tener una mejor idea de lo demás: Conforme vayáis avanzando conmigo, el ligero contacto que se está tejiendo entre nosotros se convertirá en familiaridad; y ésta, a no ser que uno de los dos cometa alguna falta, desembocará en amistad.—O diem praeclarum!—y entonces nada que me concierna se juzgará superficial en sí o aburrido al ser narrado. Por lo tanto, mi querido amigo y compañero, si pensáis que he sido algo parco en mi narrativa del principio, —tened paciencia— y dejadme continuar a mi modo con mi historia:—y si de vez en cuando puede parecer que me pierdo en divagaciones,—o que me pongo un gorro de loco con su cascabel y todo,—no huyáis de mí,—pero confiad cortésmente en que mi sabiduría es un poco mayor de lo que parece a primera vista; y conforme vayamos avanzando, reíros conmigo, o reíros de mí, o haced lo que os parezca—pero por favor, no os alteréis.”

Laurence Sterne
Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero.
1759 - 1767
(trad. de Ana María Aznar. Planeta. 1984)

domingo, mayo 14, 2006

Jabberwocky


- Vengo a ver a Jabberwocky, el Maestro Loco.
- Espera un momento, bonico, que voy a ver si puede atenderte.
- Muchas gracias, señora. Mientras tanto, si no es molestia, me voy acariciando el muslo derecho.
- Excelente idea, rey, y si se te reblandece el tegumento de las pantorrillas, puedes sentarte encima de un gato o de uno de esos hombres de mediana edad semidesnudos.

La señora de culo de mandril se aleja por el pasillo, el visitante se sienta encima de un señor calvo con mixomatosis y en un pueblecito de la Costa Brava un tuerto le guiña el ojo a una mujer que no es la suya.

viernes, mayo 12, 2006

Epaminondas


Epaminondas de Gólgota compró una barra de pan en el horno de Madame Carrefour Bigote. La partió en dos mitades iguales y con una de ellas se preparó un bocadillo de aceite y sal. Añadió una tableta de La Campana de Elgorriaga, un quesito de La Vaca que Ríe y una esquirla del coxis de un magnífico ejemplar de sodomita mórbido. Se lo comió. Se fue a dormir. Soñó que unos monstruos devoraban los pies de su cama.

jueves, mayo 11, 2006

Molibdeno Molar tiene un blog


El Presidente del Partido Molar tiene un blog.
El Partido tiene un blog.
Un blog.
Nano.
Tío.
Colega.