lunes, mayo 07, 2007

(1) ¡Desnudos!, ¡Desnudos!, ¡Desnudos!



En el vestíbulo del Hotel, un rato antes de acariciar a todos los gatos.

El Diario Francés trae hoy un resumen del informe del célebre Sr. Arzobispo Mayoral sobre la Amenaza Desnuda o, como prefieren llamarlo las Doce Plumas de perilla bien recortada: el Desnudismo Final.

Así cuenta el Sr. Arzobispo la primera Aparición Desnuda: en la ladera del Gólgota Francés, a medianoche, la familia Murcia Québonitaeres se disponía (otros dirían que se aprestaba, pero no es cosa de enmendarle la plana al Sr. Arzobispo, y menos para decir exactamente lo mismo y retrasar lo inevitable) a embadurnarse de Aután unos a otros en deleitosa armonía parentelar.

- Así, Tambor Choto, unta bien las ingles de tu hermanita, que si al escozor se une el roce, el disgusto es completo.
- Óptimo, Mamá Murcia, cuida de no dejar un solo pedazo de tegumento al albur de los feroces insectos del Gólgota Francés.
- Tan apreciados, por otra parte, por su deliciosa leche de insecto del Gólgota Francés.
- Con ella hacemos mantequilla del Gólgota y queso de espiritrompa.
- Y los domingos, si hace bueno, salimos al camino Francés y ofrecemos a los caminantes nuestros sabrosos productos tradicionales y nuestra modesta alegría.
- Una vez pasó, uno, eh, Mamá. ¿Te acuerdas?
- Sí pasó, como que este dedo meñique está cosido (como todo mi cuerpo) a esa inmensa tela de araña que es el universo todo, que pasó: recuerdo su pecho velludo, sus manos como tenazas de herrero, sus cejas pobladas, retorcidas en los extremos; la nariz gorda y roja (quizá postiza, como dicen que se estilaba aquel invierno) el aliento: vino Francés; y la mirada, negra, negra, negra cuando estaba en silencio.
- Al hablar se le irisaba. O más bien centelleaban en rojo el izquierdo y el derecho. Acompasados. Supuse que nuestro caminante debía de practicar la nigromancia. Y pronto descubrí que estaba en lo cierto.
- Pues sí, señor, ése es mi oficio. Les sonsaco a los muertos cosas que los vivos olvidaron, no osaron o no tuvieron tiempo de preguntarles.
- ¿Y eso da mucho?
- Hombre, pues depende. A veces, si es cosa de herencias, sociedades o dineros ocultos sí puedo cantar el aleluya (usted ya me entiende), pero muchas otras es más sentimental, de nietas o hijos a abuelos o madres y casi sabe mal pedir algo luego que no sea un refrigerio, un piscolabis o una pizca de sal gorda.
- ¿Y tiene usted nombre?
- Pues sí tenía uno, sí, y bien distinguido. Pero ya sabe cómo son estas cosas. Uno se obceca en lo suyo, se pasa el día magia negra por aquí, ocultismo por allá, hasta que llega a ser un nigromante de padre y muy señor mío. Eso sí, el nombre se le va borrando hasta que no queda ni la serifa de la A inicial en Garamond. Anónimo. Anónimo del todo se queda uno. Así que, si le parece bien, puede llamarme Caminante Nigromante Anónimo, Usted a secas, o brindarme otro de esos deleitosos aguijonazos con su espiritrompa que de tal forma han enardecido mi alma de brujo montañés.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hombreeeeeee moliiiiiii qalegriamellevaaaaoooooo
deseoso ansioso estaba
ganas de volver a leerte
voy a leerte qaunnolohecho delagriaquemellevao lavistasemanublao
moli, muchohastardao

Molibdeno Molar dijo...

Oh, amigo Lex, me alegra mucho verte por aquí.
Hacía tiempo, sí que no salían cosas aquí.

Ahora ya salen.

Y me parece bien.

Me parece mejor así.

Procuraré que no deje de ser así y pase a ser de otra manera. A no se que considere que esa otra manera (sea cual fuere) es mejor que la anterior.

En todo caso, ante todo y por encima de: alegría, Lex, alegría.