lunes, mayo 22, 2006

Del Libro de Sigüenza



"[...] Mirando estaban Sigüenza y su amigo este retazo de vida submarina, cuando pasaron unos chicos que traían un perrito blanco, jovial, ganoso de bullicio y de fiestas, según brincaba para lamer las manos de los muchachos. Ellos se reían, acariciándole y untándole el hocico con el companage de sus meriendas, para verle torcer golosamente la roja lancilla de la lengua.
Siguënza estuvo contemplando aquel grupo, que participaba de la inocencia y de la buena alegría de la tarde. Olvidado de las palabras de la recovera, se afirmaba que la paz y la belleza del ambiente eran como un perfume que regalaba y purificaba todos los corazones, todas las criaturas del mundo.
Pero los rapaces, ya lejos, bajaron a las piedras; sus manos descogían, alargaban una soga; el perrito gañía lastimeramente.
Sigüenza y su amigo corrieron a ver su travesura.
Los mozos, tendidos en las rocas, miraban el fondo, que allí estaba somero, del todo transparente.
— ¿Qué hiciste del perro? ¿Se escapó de vosotros?
— ¡No, siñor; no, siñor; aún puede verlo!
Acercóse Sigüenza. El perrito se retorcía ahogándose con los ojos abiertos, mirando a sus amigos, que le habían atado el cuello y los brazuelos a una piedra muy gorda para que no se levantase. Y los ojos del animal tenían una angustia y una esperanza humanas. ¡Veía tan cerca las manos que había lamido; hacía tan poco que le habían agasajado!¡Hasta le dieron de merendar, como si fuera un chico pequeño de la misma escuela!¡Cómo habían de dejarle morir!¡Eso no era más que por divertirse asustándole!
Y sí que lo dejaron que se ahogase. Cuando Sigüenza se asomó, ya estaba resignada la víctima; había doblado la cabeza.
Y murió.
Sigüenza les injurió enfurecidamente. Y ellos, entre pesarosos y risueños, le dijeron con sencillez:
— ¡Si ha sido sin querer! Le queríamos mucho; pero estaba la mar tan quieta y clara, que, sin pensarlo, pues... ¡lo atamos, para ver cómo se ahogaba un perro y todo lo que hacía!...

Y se quedaron mirando la paz y hermosura de la tarde, que eran como un perfume que llegaba a todos los corazones.”

Gabriel Miró
Libro de Sigüenza
1917

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Quand au hasard des jours
Je m'en vais faire un tour
A mon ancienne adresse
Je ne reconnais plus
Ni les murs, ni les rues
Qui ont vu ma jeunesse
En haut d'un escalier
Je cherche l'atelier
Dont plus rien ne subsiste
Dans son nouveau décor
Montmartre semble triste
Et les lilas sont morts

Anónimo dijo...

Sí.
Sí.
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