lunes, julio 03, 2006

Senos


LA GIGANTA DE LOS SENOS COMPLACIENTES

El deseo de unos senos suficientes se ase a unos senos gigantescos.
Existe en alguna parte esa giganta de los senos complacientes, los senos que recrían, los senos formidables, los senos que pueden ser estrujados y sobre los que el hombre puede acostarse como sobre una cama de matrimonio. La giganta está acostada en el gran valle. Su sonrisa es condescendiente. Está vestida hasta la cintura porque si no sus piernas resultarían monstruosas y su sexo resultaría un abismo peligroso e inmundo. Una larga hilera de peregrinos caminan hacia sus senos, y otros ya están arrodillados y prosternados sobre ellos. Algunos se esconden trémulos, febriles – amarillos de fiebre - , en la juntura de esos senos, y allí, dedicados a una larga atrición, se curan de la inquietud que traían, causada por el sobresalto que les han dado los senos breves; otros más atrevidos, se esconden bajo el peso del seno que cae y no cae sobre la tabla del pecho, y allí, a la sombra templada, les adormece una pereza ideal, como después de la consecución suprema.
Los senos de la giganta en relación con la luna, como el mar, tienen altas y bajas mareas, y una vida inmensa. Están un poco desgastados por el constante pasaje, y sus pezones tienen esa dolorosa tumefacción de los pezones mordidos por los hijos a los que les salieron los dientes cuando aún no habían dejado se ser mamones o por los niños a los que les duelen y les arden las encías.
¡Oh, senos de la giganta complaciente, senos ubérrimos y copiosos, senos en cuajada cascada, senos para el descanso eterno, senos tranquilizadores, senos verdaderamente grandes, abrumadores hasta el hartazgo, senos que se buscaron en vano - ¡siempre en vano! – bajo una falsa - ¡siempre falsa! – opulencia de los corpiños abultados!”

Ramón Gómez de la Serna
Senos, 1917.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡CARNE, CELESTE CARNE DE LA MUJER!

¡Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla
-dijo Hugo-, ambrosía más bien, ¡oh maravilla!,
la vida se soporta,
tan doliente y tan corta,
solamente por eso:
roce, mordisco o beso
en ese pan divino
para el cual nuestra sangre es nuestro vino.
En ella está la lira,
en ella está la rosa,
en ella está la ciencia armoniosa,
en ella se respira
el perfume vital de toda cosa.

Eva y Cipris concentran el misterio
del corazón del mundo.
Cuando el áureo Pegaso
en la victoria matinal se lanza
con el mágico ritmo de su paso
hacia la vida y hacia la esperanza,
si alza la crin y las narices hincha
y sobre las montañas pone el casco sonoro
y hacia la mar relincha,
y el espacio se llena
de un gran temblor de oro,
es que ha visto desnuda a Anadiomena.

Gloria, ¡oh Potente a quien las sombras temen!
¡Que las más blancas tórtolas te inmolen,
pues por ti la floresta está en el polen
y el pensamiento en el sagrado semen!

Gloria, ¡oh sublime, que eres la existencia
por quien siempre hay futuros en el útero eterno!
¡Tu boca sabe al fruto del árbol de la Ciencia
y al torcer tus cabellos apagaste el infierno!

Inútil es el grito de la legión cobarde
del interés, inútil el progreso
«yankee», si te desdeña.
Si el progreso es de fuego, por ti arde.
¡Toda lucha del hombre va a tu beso,
por ti se combate o se sueña!

Pues en ti existe Primavera para el triste,
labor gozosa para el fuerte,
néctar, Ánfora, dulzura amable.
¡Porque en ti existe
el placer de vivir hasta la muerte
ante la eternidad de lo probable…!

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Esa giganta de Ramón es como la Giganta de Baudelaire (ver les fleurs, mon ami)

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