domingo, junio 25, 2006

El Trampolin de la Fama


El taxi que llevaba a Ceferino y a su amiguito al Palacio Francés era muy bonito y olía a lanolina. Lo conducía un señor que, según les contó, era misántropo, nanorrobot y gilipollas a tiempo parcial. Había trabajado durante años disfrazado de caballo en el Circo Price, y siempre que podía se colgaba moscas muertas del rabo con su camisita y su canesú.
- Aquí tiene, señor taxista, su dinero. Y un besito en el cráneo de propina.
- Quite, quite, si he disfrutado mucho. Incluso me atrevería a decir que debería ser yo quien les pagara por darle un ratito de alegría a un señor viejo y medio gilipollas al que no conocen de nada. Aquí tienen mi tarjeta: va mi dirección, mi teléfono y un breve testamento filosófico al dorso que puede serles útil si algún día quieren entrar en una logia masónica. Si no, no.

En la puerta del Palacio Francés un cartel anunciaba la final del Trampolín de la Fama para el sábado: Dientes de Sable, el campeón local, podía perder su corona de laurel de Emperador de la Canción Ligera contra la joven promesa de un disco-bar de Oviedo: Wilson Géminis de Fofo, también conocido como “El Moscovita”, como “Oleoducto” y como “Entre un buey y una mula, Dios ha naciido, y en un pobre pesebre lo han recogido”.

- La verdad es que me sabría mal por el Sr. Sable, pero El Moscovita viene pegando fuerte con su imagen moderna y su mezcla de ritmos sabrosones con las psicofonías de Vladimir I. Lenin y de Margarita de Borgoña, remasterizadas por un sobrino hidrocéfalo de Jiménez del Oso.
- Olvídate de eso ahora, Ceferino. Tenemos el Palacio Francés para nosotros solos. Los Trenzano duermen. Los Capdeserp le están haciendo una lavativa al marmolista, y el precio de la carne de caballo está por los suelos.
- Además, han fregado el linóleo con agua tibia y un tapón de jabón neutro. Huele a pino.
- Como aquella noche en Trípoli, ¿te acuerdas, Ceferino?
- Ahá!
- En Trípoli.
- Ahá, ahá!
- En Trípoli.
- Ahá!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Silencio en la noche, ya todo esta en calma;
el musculo duerme, la ambición descansa.
Meciendo una cuna, una madre canta,
un canto querido que llega hasta el alma
porque en esa cuna está su esperanza
Eran cinco hermanos, ella era una santa,
eran cinco besos que cada mañana,
rozaban muy tiernos las sedas de plata
de esa viejecita de canas muy blancas.
Eran cinco hijos que al taller marchaban.

Silencio en la noche, ya todo esta en calma,
el músculo duerme, la ambición trabaja.
Un clarin se oye...peligra la Patria
y al grito de: Guerra! los hombres se matan...
cubriendo de sangre los campos de Francia.

Hoy todo ha pasado, florecen las plantas,
un himno a la vida los arados cantan.
Y la viejecita, de canas muy blancas,
se quedó muy sola... con cinco medallas
que por cinco héroes, la premió la Patria.

Silencio en la noche, ya todo está en calma,
el músculo duerme, la ambición descansa.
Un coro lejano de madres que cantan
mecen en sus cunas nuevas esperanzas...
Silencio en la noche... silencio en las almas.

Anónimo dijo...

A tenor de lo leído, y sin tenerlas todas conmigo, me atrevo a decir que tu madre no lo dice, pero te mira mal, pequeña nenita de labios carmesí, princesa y, a la sazón, Presidente de lo Molar.

Anónimo dijo...

Me alegra verte por aquí, Jovencito Emponzoñado.

Lo malo es que tengas que volver tan pronto allí.

Si al menos fueras de viaje a Ulan Bator con el batería ése que conociste de Aviador Dro.

Hay que ir a Ulan Bator. Si se puede.

Anónimo dijo...

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