martes, enero 09, 2007

Parafina Alimentaria



Nadie en el Partido había oído hablar jamás de Parafina Alimentaria excepto su eximio Presidente, y ahora, ante el inminente reencuentro con Pintillo Pilono, Molibdeno evocaba con algo de pesadumbre hepática aquellos tiempos de sombreros Stetson, columnas salomónicas, pistolas de agua y asesinos.

Recordaba con la minuciosidad flamenca de un Van Eyck la estampa Alimentaria: los ojos grandes y oscuros (dos), la nariz cleopátrica (una, con dos agujeros), las mejillas siempre levemente arreboladas, la cabellera negra, larga, lisa; y, del cuello hasta los pies, todo lo habitual en una mujer de su tiempo (doble lo que ha de serlo por naturaleza y único lo sin par), aunque dispuesto de manera singularmente excelsa, lo cual la convertía en diana irresistible para las grandes palabras y los afectos desmesurados.
Le acompañaba, además, la fama de discreta, el misterio familiar y una amiga de chola cucurbitácea hija de un alférez de fragata.

Tras el primer encuentro esquinero, fugaz, Molibdeno habló a Pintillo (camarada, amigo, y compañero de estudios y francachelas) de la sin par Parafina:

- ¡Uf! ¡Af! ¡Ef! ¡Naga, naga!
- ¡Ahá! ¡ ¡Conque esas tenemos, amigo Molar!
- Sí, mi buen Pilono. El novamás, el acabóse, la guinda tártara, el filamento dorado, la bomba de Chanquete. El ñáñigo, ñáñigo, ñáñigo, ñaf.

Aquel día, sin saber, la armoniosa unión viril entre Pintillo y Molibdeno comenzó a resquebrajarse. Vinieron tiempos de lucha, de mistificación morbosa, y ambos fueron arrastrados por la vorágine Alimentaria hasta convertir su amistad en un despojo. Su carne de caballo: fértil pradera para la triquinosis.

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Mabuse no podía dormir. Sabía cuánto necesitaba estar despierto para afrontar con fuerza y claridad de ideas el Gran Rescate Manubrio de Francés, pero la sensación de que había algún cabo suelto en todo aquello no le abandonaba.
No le inquietaba la inesperada presencia de Pilono en la partida de rescate ni los extraños rumores que corrían acerca de la Bestia Mulé y la familia del marmolista; era otra cosa, algo vago, vagaroso, turbio entre la vagarina de su duermevela.

Ni el recuerdo de amistosas muchachas nubias ni la práctica de la epanadiplosis lograron serenarlo. Sólo cuando sus dedos alcanzaron bajo la almohada el lomo raído de su copia autografíada de "Die Stupïd Gramatikanen" del logopeda alemán (loco) con anotaciones manuscritas de San Serenín del Monte San Serenín Cortés Yo Como Soy Cristiana Yo Me Arrodillaré, pudo al fin conciliar el sueño.
Se introdujo el pulgar en la boca, apoyó la orejita derecha sobre el libro y, con la mano entre las piernas, gozando del suave calorcillo inguinal que da la vida, se entregó a Morfeo.
Marte velaría su sueño y, recién de día: de nuevo a la batalla contra lo torcido.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Dice Pintillo Pilono que Cicerón defendía sin pudor a hombres más deshonrados y más peligrosos que Catilina.
Se equivoca, por imberbe.
¿Hacía semejante cosa cuando defendió en la tribuna a la Sicilia contra Verres, y a la república romana contra Antonio? ¿Cuando impulsaba a la clemencia a César en favor de Ligario y del rey de Yotar? ¿Cuando con su elocuencia consiguió que obtuviera el derecho de ciudadano el poeta Arquías? ¿Cuando, pronunciando una hermosa peroración en defensa de la ley Manilia, consiguió que todos 1os romanos votasen en favor del gran Pompeyo?

Es cierto que pleiteó en favor de Milón, asesino de Clodius; pero Clodius se hizo acreedor por su proceder al fin trágico que tuvo. Clodius fue cómplice en la conjuración de Catilina. Clodius era su mortal enemigo, sublevó a Roma contra él y le castigó por haber salvado a Roma. Además, Milón era amigo suyo.

¿Es posible que en nuestros días escolástico alguno se atreva a decir que Dios castigó a Cicerón por haber defendido al tribuno militar llamado Popilius Lena, y que la venganza celeste hizo que le asesinara dicho tribuno? Nadie sabe si Popilius Lena era o no culpable del crimen que justificó Cicerón.
¿Se tratará de un escolióstico?

Anónimo dijo...

Querido Quinto, no es la primera vez que Pilono mete la pata en lo que al ciceroniano pudor se refiere. Yo te agradecería que no fueras muy severo con él. Sabes que tiene un mucho de afición a la escoliosis, que en cuanto vislumbra aunque sea la pezuña por debajo de la puerta de una desviación del raquis con convexidad lateral, el pobre no puede contenerse y tiene que mordisquear con fuerza a un tribuno de la plebe. Quizá porque él mismo tiene algo de σκολιός (tortuoso) en su almita afligida, o a lo mejor porque no es más que un hombre malo.
Él nada sabe de retórica, y mucho menos de escolástica. Inventio y Elocutio podrían ser para Pilono nanorrobots al servicio de Francés o alias del Maligno metempsicosizado en mosca de la mugre.
Vamos, que tratándose de Popilius Lena, igual le da cepillárselo en un sillón Voltaire que en la consulta de un logopeda (loco).

Por eso decimos siempre de Pintillo:
Jaime, Jaime, ráscame las bolas.
Jaime, Jaime, ráscame el pilón.

Anónimo dijo...

Por cierto:

¡Viva Quinto Sertorio!

Anónimo dijo...

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

Anónimo dijo...

Bueno, no sé si sería delicioso para Moli, aunque vive Dios que lo parece.

Sí lo fue para Neftalí.

De Carmichael Boilillo: ni idea, por cierto.

Anónimo dijo...

Notarios, lirios, orejas de monja y morir de frío. ¿Bello?
A Lex Luthor no se lo parece.
Saber calcular es importante y humorismo no conjuga con tenebrismo.
Lo que se necesita es álgebra y, por la tarde, geometría.
¿El lirio está afilao?
¿La monja está engrasada?