domingo, octubre 21, 2007

Agonistas copulantes


“Pero si la cópula es una agonía, una lucha, lo es precisamente por lo contrario de su esencia. Los agoniastas son aquí el vivo amor propio de cada copulante y su anhelo de identificación con el otro. En el rito más íntimo y efusivo, en el supremo rito de caridad, cada oficiante conserva, a pesar suyo, vivo e ileso el sentimiento de su identidad y se detiene, cauto, al borde de ese abismo en que su generoso frenesí se precipita. El rito más íntimo y recíproco, en el que más se aproximan las analogías, es también la confrontación más viva de las diferencias. Nunca son más semejantes ni más diversos el varón y la hembra que en este acto de suprema confrontación. Analogías y diferencias adquieren la conciencia de sí mismas en este terrible contraste; y se sienten a un tiempo lanzadas y retorcidas, por modo tan singular, que precisamente lo diverso es lo que aquí hace posible la aproximación de lo homogéneo. ¡Maravilla pavorosa! Lo análogo sólo puede lograr su unión sino por medio de lo singular. Y esta condición terrible es lo que da a la cópula su ritmo inconfundible. Las analogías, al fundirse precisamente, es cuando más advierten su irreparable diferencia, y atónitas por esa turbadora revelación, atónitas y como reacias, permanecen al borde mismo de su unión cohibidas por el anhelo de desentrañar el misterio de su seducción y de su espanto. Porque precisamente lo que les seduce es lo que les asusta, y el misterio de su unión logrado por medio de lo singular las paraliza en un éxtasis de angustia y de preservación. Pero al mismo tiempo la seducción se hace más viva, el anhelo de lograr lo contrario, ese anhelo que infringe los vetos del sexo individual y que constituye el pecado de toda cópula, prevalece y surge entonces esa ansia de olvidar lo evidente, de negar lo más real, apresándolo y absorbiéndolo en un ímpetu sobrehumano. Puede decirse que la cópula aparece a cada sexo como una meta de reivindicaciones y como un término de su propia negación; como una incitación a nueva vida y como una amenaza de muerte. En el rito misterioso cada sexo, al afirmarse, se desintegra, realiza un acto de rapiña y se entrega a sí propio, se colma y se defrauda, cede sus atributos en un arrebato de loca prodigalidad para lograr los contrarios, lo tiene todo y no tiene nada. Los úteros, se colman por fin maravillosamente, los falos, conocen la profundidad de las vaginas, todo está confundido: el hombre se hace mujer, la mujer conoce la gloria viril, y hombre y mujer unidos no son más que una síntesis en la que no existen por sí mismos.”

Rafael Cansinos-Assens
Ética y estética de los sexos. 1921.
Ed. Júcar, 1973.

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