miércoles, octubre 17, 2007

Los Lamelibranquios Mórbidos en el disco-bar de Gijón y esas bellas amistades que nacen (quizá para siempre) en los campos de arroz


Los Lamelibranquios Mórbidos salen a escena en un disco-bar de Gijón. Presentan su último trabajo: “Lapislázuli Anatema: ¿Pony o alazán?”, una recopilación de sus canciones de embozo y cantinela más dos bonus- track con versiones de Zack Martín Morreau adaptadas a la onda actual, la que se lleva, la que trufa el praliné.
El líder de la banda, Juanito Juan Nadie, saluda al público con gesto altivo. Después se despoja de su camiseta a rayas horizontales y apoya en el suelo del escenario su guitarra con doble humbucker y agujeros en forma de f a los lados; semidesnudo en la noche de San Juan, proclama a voz en grito el comienzo de una nueva era de castañeteo y crujir de dientes. Palomitas de maíz.
A su izquierda, peludo y suave, Filemón Sebuola, el bajista toledano, se rasca el occipital mientras mordisquea un gajo de satsuma. Como nunca dice nada, siempre está callado. Come naranjas pequeñas.
A su derecha, pirulín pirulero, un bendito niño que nació en Belén con guitarrita de palo y guedejas de malvado pegadas al rostro. Lo llamaremos Gimnasta Paleto. Por lo menos hasta que nos parezca oportuno. Quizá más.
Detrás, al fin, bombos, timbales, caja, címbalos y cimbalillos, el gran baterista tuerto Palillos de Fuego (ojo de colibrí), aquel que – según la prestigiosa revista juvenil Chavales en Acción – parte la pana en los Lamelibranquios. Aunque parezca que no. O sí. O todo lo contrario. Que caiga un chaparrón.

Ellos, allí, a lo suyo, sin saber que Dientes de Sable está entre el público. Acompaña a un señor de Sueca (vientre de Buda, calvito y zalamero) que vive en un transformador eléctrico entre los arrozales.
Espera ver algo realmente excepcional, la cresta más alta de la última ola. Así, al menos, se lo aseguraba hace unos días su tía Quinina en una apasionada carta en la que junto a unos hermosísimos versos de Don Ramón de Campoamor y Campoosorio

No vio una madre más bella
la nación del sol poniente...
pero ya una losa de ella
le separa eternamente.
¡Gime y toca! ¡Horror sublime!
Mas, cuando entre dientes gime,
no bala como un cordero,
pues ruge como un león
el gaitero,
el gaitero de Gijón.

le hablaba de la inaplazable revolución pendiente, de cómo cocinar las gachas sin chamuscarse los pelillos de las ingles y (he aquí lo que nos interesa) de unos mozos muy majetes que animaban los bailes en el disco-bar de Gijón que ha abierto el malfamado Ursistino Gronchagosos donde (tú te acordarás, Dientecillos mío, sobrinito querido) estaba la fábrica de fósforos de la Internacional Cerillera Corporation.

En realidad, a Dientes su tía Quinina le parece una vieja reseca y medio gilipollas que sólo pretende acariciarle las nalgas y darle algún que otro besito en las mejillas velludas mientras le pone la cabeza como un bombo DW con doble pedal 6X-700 con las historias de la bella molinera y su interminable lista de amantes desaseados. Lo cual no impide que aprecie su gusto exquisito (más: extremado) para la poesía romántica y la música popular.

Quizá por eso, tras leer su carta y reflexionar unos minutos sobre el tan traído marasmo espiritual de la chavalería Francés, se sintió llamado a una búsqueda, a una arriesgada exploración en los caliginosos parajes de su infancia.
No corto, no perezoso, no, montó en su flamante bólido de fabricación Francés y se dijo para sí (tan bajito que casi no se oye): - A Gijón, sí, pero pasando por Sueca, que aunque el camino es un poco más largo, se disfruta más del paisaje.
Así se explica que en su viaje trabara amistad con un señor de Sueca que vive en un transformador eléctrico entre los arrozales. Es notorio que los campos de arroz (sobre todo en septiembre, cuando empieza a espigar) son un lugar idóneo para entablar amistades que quizá duren toda la vida, aunque puede ser que no se haya escrito (a pesar de obras tan admirables como “La amistad en los arrozales” del Profesor Tres Laberintos: Cerebro, Oído y Vientre) aún lo suficiente sobre asunto tan cautivador.

En fin: que Dientes de Sable estaba ansioso de ver a los Lamelibranquios Mórbidos; ellos: deseosos de agradar y de ser mimados después por legiones de bellas molineras con besos trigales y cabellos maizales y sonrisas cereales.

Más: Dientes de Sable es el gran factótum de Discos Francés, la mayor casa de discos de todo Francés. Hay quien dice que es la única, aunque habría mucho que discutir, si bien no sabría deciros con quién. Dejadme un tiempo para averiguarlo. Gracias.
Por eso, porque es todo un gerifalte de lo suyo es tan importante su presencia en el disco-bar de Gijón.

Por eso y por lo que oculta (¡Cuántas veces tendré que repetíroslo! Todas serán pocas) Irene en el cuarto de invitados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dientes