lunes, octubre 30, 2006

Vigésimo Noveno Plan Molar



Don Manubrio Ludibrio del Bodrio avizoraba la claraboya de alucinada geometría. En una mano, la escarapela del Partido Molar; en la otra, cálido y piloso, el testículo derecho. Esperaba así, arrecido por el frío, la señal convenida para llevar adelante su parte del Vigésimo Noveno Plan Molar . Y sabía lo mucho que esperaban de él los miembros del Consejo; especialmente la hermosa Gamma Glo. Vio brillar a través del cristal los dos chispazos azul eléctrico y supo que había llegado su momento: liberó su escroto, guardó en un bolsillo la escarapela y subió a saltos, de dos en dos, luego de tres en tres, los setenta y siete escalones que le separaban de la azotea del Palacio Francés.
Apoyó su pierna izquierda sobre el murete de piedra y atisbó la línea del horizonte. A lo lejos columbraba el cerro de Santa Águeda; más allá, ya no tan lejos de de la ciudad dormida: la presencia de lo innombrable, la vecindad del miedo, el sordo fragor de un ejército: un mar de alas de mosca y élitros de ortóptero.
Mientras preparaba lo necesario para descolgarse hasta la ventana del despacho de la Bestia Mulé, se entregó al libre vuelo del pensamiento creador. Apenas le dio tiempo a componer los primeros versos de una elegía en tercetos que evocaba con serena aflicción el mudo arrebato de autodestrucción en el que calladamente se había sumido Europa.

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A la hora convenida, el noble Manubrio se apresta a retorcerle el cuello al tiempo y el Vigésimo Noveno Plan Molar entra en su fase decisiva.

Lleva en lo más suyo, como estandartes al frente de su misión: las nalgas de Gamma Glo, su escultural muslamen.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cálido y piloso... nos encanta
Arrebato de autodestrucción...nos flipa.
Aceptaríamos gustosos el primer salmo molar.
Ave.

Anónimo dijo...

La imagen del cual sería, sin dudarlo, alguna representación pictórica decimonónica de Judith y Holofernes.
A ser posible, con tetas. Si no, no pasa nada.