lunes, noviembre 06, 2006

En el despacho de la Bestia


Don Manubrio registraba sin ruido, a la luz de su pequeña linterna, el despacho de la Bestia Mulé. A un paso, el objetivo de su misión: los Papeles Negros de los Trenzano.
Los arrojados investigadores del Partido (Minestrone, Lón, Mabuse) aseguraban que entre esos legajos dormían los arcanos de La Gran Orden del Palacio Francés; así, la esperanza de hallar la forma de desbaratar su sórdido andamiaje de sicalipsis y verbena, daba fuerzas a nuestro héroe para adentrarse en la mismísima boca del lobo feroz y arriesgar su alma y su cuerpecito en fárfara en tan aventurada cuita.
Un pasito tras otro en la alfombra -de tan muelle: hierba cencida- hasta que alcanzó el secreter de la Bestia. Abrió sus cajones. Sigiloso, como un ratón, una serpiente o un grandísimo hijo de puta, hurgó, rebuscó, escudriñó y al fin dio, el alma en vilo, con lo que estaba buscando. Dentro de una carpeta forrada con fotos de David Hasselhof y Alberto Fujimori, un centenar de folios negros garrapateados con tinta blanca.
La sonrisa del triunfo Molar y, en la urgencia de la huida, la visión fugaz, sobre la chimenea, de una vieja tela de Judit y Holofernes en un marco dorado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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LA IRA MOLAR.
Control de plagas: cucas, ratas, hormigas y garrapatas.

Anónimo dijo...

La ira imperial: ¿en la tela del despacho había tetas?